Los recientes resultados del Instituto de Medicina Legal que concluyeron para 2017 un incremento de homicidios, suicidios, violencia intrafamiliar y de pareja y el abuso sexual contra mujeres han llevado a entender no solo que los días de ellas en este mundo dependen de sus parejas y familiares más que de Dios, sino que además la condición de ser mujer las expone a un mundo injusto. ¡Increíble!

Si cada 12 minutos una mujer en Colombia sufre violencia, si tener un novio o un ex significa violencia, si cada 40 minutos una mujer es agredida sexualmente, entonces aquí hay un peligro: ser mujer.

Y es que aunque no es lo mismo crecer como mujer en el Valle del Cauca, Antioquia, Bogotá o en el Atlántico a fin de cuentas todos los caminos las conduce a estar condenadas a la violencia pese a que la vida sea un derecho para cualquier ser humano o inclusive muy a pesar de los esfuerzos con los Objetivos de Desarrollo del Milenio o los Objetivos de Desarrollo Sostenible ser mujer en Colombia es un peligro. Un peligro latente, porque en ultimas ningún sitio es seguro para ellas, a cualquier hora y en cualquier lugar ser mujer es un punto en contra, aunque pareciera que el riesgo se convierte en potencial si el mes es mayo o si el día es sábado o domingo y mucho peor si son las 5 de la tarde o las 12 de la noche como lo exponen los resultados de Medicina Legal. Definitivamente un peligro.

Un peligro inclusive en toda América Latina, donde la ONU ha señalado que la región es la más violenta del mundo contra las mujeres fuera de un contexto de guerra, muy a pesar de la creación de leyes contra la violencia domestica por ejemplo o de haber penalizado el feminicidio. Es decir que muy a pesar de todo, el enemigo persiste a tan gran magnitud que la Organización Mundial de la Salud ha catalogado este fenómeno político-social y cultural como un grave problema de salud pública por las consecuencias que trae como: lesiones, embarazos no deseados, abortos provocados, problemas ginecológicos, infecciones de transmisión sexual, muerte fetal, partos prematuros, bebés con bajo peso al nacer, depresión, ansiedad, insomnio, trastornos alimenticios, intento de suicidio o el suicidio, cefaleas, lumbalgias, dolores abdominales, trastornos digestivos, limitaciones de la movilidad, incremento del consumo de tabaco, alcohol, drogas y todas sus repercusiones hasta incluso llevarlas a la muerte. Igual o peor que un cáncer.

Entonces, si cada 12 minutos una mujer en Colombia sufre violencia, si tener un novio o un ex significa violencia, si cada 40 minutos una mujer es agredida sexualmente, entonces aquí hay un peligro: ser mujer.

Un peligro al que el Estado ha intentado ser el palo en la rueda a pesar de los lentos avances tratando de garantizar atención integral a las víctimas de violencias de género. No en vano Colombia expone en sus leyes intervenciones que apuntan a la promoción y el respeto de las decisiones de las mujeres en asuntos esenciales como la sexualidad y reproducción como también la participación del equipo de salud en todos los niveles de atención a través del sistema de vigilancia en salud pública de violencias de género quienes cada semana reportan, en promedio, 1.786 casos de violencias de género en todas sus presentaciones (física, psicológica, sexual, entre otras).

En ultimas, un peligro con manos, cabezas y pies al que nadie en el mundo al parecer le ha encontrado cura, más que saber identificar los tipos de violencia en las mujeres y en donde todavía como país y continente nos falta recorrer camino para entender que a la hora de hablar de respeto, no importa lo que se tenga en medio de las piernas, porque ante la ley y ante Dios todos somos iguales.