Para nadie es un secreto que el consumo de tabaco y la exposición al humo que este produce es nocivo para la salud. El centro del problema se basa en la nicotina, compuesto orgánico que afecta funciones del sistema nervioso, el corazón, disminuye el apetito, incrementa el estado de ánimo, aumenta la frecuencia cardíaca y aumenta la presión arterial, por mencionar algunos signos y síntomas.

No en vano el ministerio de salud busca en 2018 por medio de publicidad que ocupe el 30% de las cajas de cigarrillo lanzar nuevas advertencias con imágenes impactantes para crear conciencia y sumado a esto, aumentar impuestos a esta droga lícita que en cifras del mismo ministerio le cuesta al sistema de salud 4.7 billones de pesos anualmente para atender a las personas con enfermedades provocadas por este consumo.

Algo que, de entrada, parece preocupante, pero con mayor eco si se tiene en cuenta que desde hace 14 años en el mundo ronda el fantasma de los cigarrillos o vaporizadores electrónicos a través de un amañado mercado que ha venido sumando seguidores entre los que se encuentran adictos al tabaco que buscan disminuir la ansiedad con estas propuestas y curiosos que buscan experimentar sensaciones en sus círculos sociales. Y es que, por medio de una batería, un atomizador con microchip, una bombilla y un líquido de diferentes sabores, colores y olores que contienen nicotina u otras sustancias químicas, la industria de cigarrillos electrónicos ha venido prácticamente demostrando por medio de sus propias investigaciones que estos dispositivos son terapias inofensivas.

“Vapear”, la evidencia por el momento no permite concluir que reduce los efectos nocivos de la nicotina. Un tema en el que no existe dios, ni ley para saber si es posible venderlos y consumirlos.

Terapias de las que nadie tiene certeza, porque no hay ensayos clínicos suficientes para decir si es o no dañino este invento chino del año 2003 y por lo que cada uno ve lo que quiere ver. Nada más en Colombia, el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) ha dicho que muy pesar de los estudios existentes no se comprueba que los cigarrillos electrónicos no sean perjudiciales para la salud y que ayuden completamente a dejar de fumar. A lo que su suma el Instituto de Evaluación Tecnológica de Salud (IETS) quienes luego de revisar la evidencia científica sobre esta tecnología no pudieron tampoco demostrar que “vapear” no reduce los efectos nocivos de la nicotina. Un tema en el que no existe dios, ni ley para saber si es posible venderlos y consumirlos.

Ahora bien, ¿dónde están las Entidades Promotoras de Salud? ¿dónde están los programas de promoción y prevención? Si bien es cierto, sobre los cigarrillos electrónicos no se tiene robusta evidencia científica, sobre el cigarrillo convencional sí se sabe esta vida y la otra para darle manejo multidisciplinario, ya sea conductual o farmacológico que pudiera ser una alternativa para las 4.000 personas haciendo uso de dudosas tecnologías como estas para dejar de fumar que ya tiene Colombia según lo reportado por la Asociación de Vapeadores en Colombia, Asovape. ¿Dónde está el manejo de las aseguradoras con las clínicas de adicciones?

En el campo internacional, sobre el consumo de los vaporizadores electrónicos, la agencia del gobierno de los Estados Unidos responsable de la regulación de alimentos, medicamentos, cosméticos, aparatos médicos, productos biológicos y derivados sanguíneos (FDA) ha recibido quejas de usuarios como nauseas, dolor de cabeza, palpitaciones, falta de aíre, inclusive incendios y pequeñas explosiones a la hora de cargar los dispositivos. Hacia el año 2014, este organismo lanzó unas propuestas a la industria que comercializa estos productos indicándoles la necesidad de registrar con ellos sus vaporizadores e ingredientes, abstenerse de hacer afirmaciones directas e implícitas sobre un menor riesgo hasta que este organismo no lo confirme por medio de pruebas científicas e incluir advertencias de salud en productos con nicotina y limitar la venta a menores de 18 años.

Todo un panorama en donde de nada le sirve a este gobierno sacar pecho diciendo que entre el 2013 y el 2017, hubo una reducción de consumo de cigarrillo del 4.6%, (por lo cual la OMS nos condecoró como país el pasado mes de septiembre) si detrás de este merito tenemos un fantasma que ya se está poniendo prácticamente de moda no solo para quienes tienen adicciones con la nicotina, sino también en el público novato a quienes los colores y sabores los atrapa por primera vez llevándolos de la curiosidad al hobby y de ahí a la adicción sin una regulación o medidas mínimas como prohibir su uso en público o su venta a menores de edad como los cigarrillos convencionales mientras salimos del debate sobre el ¿daño o alternativa?

Entre dos aguas con este invento chino al que a su vez los esfuerzos del ministerio de salud parecen quedarse a medias, tratando de dar la batalla con etiquetas e impuestos en lo convencional, pero descuidando un fantasma con claras señales de humo.