Estas tres enfermedades crónicas no transmisibles representan el daño a órganos como corazón, riñón o cerebro. En Bogotá, más allá de la polémica de cómo controlar la salida a las calles de la población con esta carga de enfermedad por el aumento de casos de covid-19 y los riesgos que ello implica, queda al descubierto la realidad de enfermedades socialmente determinadas donde no es suficiente decirles: quédense en casa.
El panorama es tan crudo, que los afectados se dividen en dos grupos: las personas con patología de base controlada y riesgo bajo y los que tienen patología de base no controlada o presentan riesgo medio o alto. A partir de ahí, dos diferencias donde por supuesto entran a participar la genética, pero también factores como la educación, ambiente laboral (o el desempleo), la atención en salud, vivienda, el consumo de alimentos, y en general las condiciones de vida que influyen obligatoriamente en los procesos de salud-enfermedad con o sin covid-19.
Hablar hoy de enfermedades como la hipertensión, diabetes y obesidad deja de entrada una desigualdad para afrontar la Historia Natural de la Enfermedad en el territorio por donde se analice, e incide necesariamente en las realidades sociales de los individuos, donde no todos los empleadores van a comprender el trabajo en casa, ya sea por la dinámica de los empleos o porque simplemente los mismos pacientes deben afrontar su actividad económica y en donde solo queda la cultura ciudadana y la conciencia como fórmulas de autocuidado.
Estamos frente un problema multicausal con una única arista de análisis: covid-19.
Voltear a mirar esta realidad en medio de una pandemia no solo es la medida de una mandataria local, otras ciudades como Cali, Barranquilla e, inclusive, desde el Gobierno Nacional, por medio de la resolución 464 de 2020, lo consideraron prioridad en la población adulta mayor. Sin embargo, se trata de medidas que solo buscan ser solución en la superficie, que alertan a la comunidad y le mandan un mensaje para no alimentar las cifras de Unidades de Cuidado Intensivo o indicadores de mortalidad, pero deja de lado un problema con soluciones de fondo donde la atención primaria fue y sigue siendo nula.
Esta publicación no desconoce la responsabilidad en el autocuidado, por supuesto que es un deber señalado en la ley 1751 de 2015, donde recuerda a cada individuo la necesidad de «propender por su autocuidado, el de su familia y el de su comunidad» y el de «actuar de manera solidaria ante situaciones que pongan en peligro la vida y la salud de las personas». Sin embargo, el proceder va más allá de la responsabilidad de los pacientes. Estamos frente un problema multicausal con una única arista de análisis, donde el compromiso de gobiernos nacionales y locales, Entidades Promotoras de Salud y de todo un sistema ha quedado corto.
Estamos frente un panorama con falta de inversión y de políticas públicas que controlen cuatro principales factores de riesgo: consumo de tabaco, consumo nocivo de alcohol, dietas malsanas y sedentarismo.
Por: Alexánder Tique Aguilar
En Twitter: @AlexanderTiqueA