Ahora que el Gobierno Nacional ha decidido levantar el aislamiento obligatorio y en el ejercicio de reflexionar sobre las medidas que se tomaron y su relación en la dinámica social de estos cinco meses de confinamiento en el país, este blog tuvo contacto con Andrea del Pilar Vargas, profesional en fonoaudiología, quien expone sus argumentos desde la óptica de los determinantes sociales:
«La pandemia por SARS-CoV-2 o coronavirus tomó por sorpresa al mundo moderno, alterando de manera radical el modo de vivir. Relacionarse con otros se redujo a contactos remotos, a través de medios digitales y virtuales, el sitio de trabajo y el sitio de estudio se trasladó a la casa, estar en el hogar se convirtió en la mejor manera de evitar el contagio del virus. Sin embargo, no todas las personas lograron trabajar desde casa, dadas sus condiciones laborales y económicas, además de la falta de acceso a tecnologías de información, lo cual los colocó en desventaja con el resto de la población, aumentando el riesgo de contagio del virus por la necesidad de sobrevivir.
El mantenimiento de una cuarentena estricta debía ir de la mano con decisiones que garantizaran un ingreso mínimo vital para todos los ciudadanos.
En primer lugar se reconoce que la población colombiana es diversa y, con ello, sus modos de vida, que generan diferencias marcadas, las cuales se agudizaron mucho más con la declaratoria de emergencia sanitaria en Colombia. La entrada del virus SARS-CoV-2 al país generó una gran crisis de índole social, que los gobiernos locales intentaron mitigar.
De hecho, las disposiciones del Gobierno Nacional llevaron a una cuarentena generalizada, interrumpiendo de manera abrupta el día a día de la población. El cierre de sectores no esenciales para la economía puso en jaque a los ciudadanos que no tienen un trabajo estable, ni una remuneración mensual digna que les permita tener una mejor condición de vida. La espera de las ayudas prometidas por el Gobierno se convirtió en la esperanza para cientos de familias que estaban atravesando por la misma situación.
A esto se suman los mensajes permanentes para quedarse en casa, que en general fueron bien recibidos por la población. Sin embargo, para los ciudadanos que no podían trabajar desde sus hogares la situación se tornó crítica, porque sin ingresos económicos diarios se volvió imposible mantener una cuarentena estricta y, por tanto, debían escoger entre alimentar a su familia o contagiarse con el virus, sin garantía de salir vivos en su afán por sobrevivir.
Sin duda alguna, el mantenimiento de una cuarentena estricta para toda la población debía ir de la mano con decisiones gubernamentales que permitieran garantizar un ingreso mínimo vital para todos los ciudadanos en el país, especialmente para los territorios más alejados y las poblaciones más vulnerables, que incluye a los adultos mayores, los pueblos indígenas, los pueblos afrodescendientes y todos los grupos minoritarios que habitan en Colombia.
Nuestro país, por su condición social, económica, política y cultural no contaba con la infraestructura suficiente para afrontar una situación de emergencia sanitaria, aspecto que aumentó las brechas sociales y agudizó las precarias condiciones de vida de las poblaciones vulnerables.
La pandemia por SARS-CoV-2 generó una crisis de índole social que afectó especialmente a las poblaciones con mayor vulnerabilidad social y económica, ya que nuestro país posee grandes inequidades, las cuales se evidenciaron en la imposibilidad de mantener una cuarentena estricta por la necesidad de sobrevivir en medio de la emergencia y no de cuidarse para vivir».
Por: Andrea del Pilar Vargas