Restan dos semanas para el fin del mundo. Para algunos, se trata de simples supercherías, de pamplinas. Para otros, el ocaso de la humanidad es inminente y han optado por prepararse para enfrentar la consumación del Apocalipsis.
La Nasa ha manifestado su preocupación ante los temores expresados por un amplio espectro de la sociedad. «Según una encuesta de la empresa francesa de sondeos Ipsos, el 12% de los estadounidenses cree verdadera la predicción de los mayas que fija el fin de los días para el próximo 21 de diciembre, por un 20% de los chinos, un 13% de los mexicanos, otro 12% de los argentinos y un 10% de los españoles». (Aquí el artículo completo: http://bit.ly/YTdmiH)
Supongamos que los resultados de la encuesta son un reflejo fidedigno de la realidad (lo dudo, pero supongamos).
Transformemos los porcentajes en cifras concretas, tomando en cuenta la población total de cada uno de los países referidos. Siendo así, 37 millones de estadounidenses creen en la profecía; asimismo piensan 268 millones de chinos, 15 millones de mexicanos, 4.8 millones de argentinos y 4.7 millones de españoles. Es decir, 329 millones de personas depositan su fe (pues carece de fundamento sólido; sean serios, un calendario maya no es suficiente) en la consumación de una eventualidad catastrófica el 21 de diciembre de 2012, ¡como mínimo!
Ahora extrapolemos los datos.
En ninguno de los casos, la cifra de creyentes alude a menos de 10% de la población total de cada país. Por ende, ¿por lo menos el 10% de la población mundial compartiría las creencias apocalípticas?
Si eso es así, cerca 700 millones de personas se prepararían para el fin de los tiempos. De dicha cantidad, un porcentaje mayoritario (lo estimaré en 95% porque aún creo en la sensatez de la mayoría de los individuos de este planeta) no tomarán acciones de no mediar una catástrofe inminente.
El 5% restante tal vez ya haya fabricado un búnker, considere el suicidio, haya adquirido un arsenal para enfrentar a las multitudes de zombies traga-cerebros que asolarán las ciudades, prepare una orgía desenfrenada o haya gastado sus ahorros en un viaje final a Las Vegas.
5% equivale a 35 millones de personas. Si 35 millones creen, de manera férrea, que sus días están contados, sin duda el 21 de diciembre será digno de recordar.
Este descabellado análisis numérico me recuerda un cuento de Gabriel García Márquez titulado Algo muy grave va a suceder en este pueblo. (Léanlo aquí: http://bit.ly/awnJGt). El relato comienza así:
«Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:
-No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo».
Al final, es tal el temor de los habitantes, ante la presunta desgracia, que desmantelan el pueblo y lo queman, antes de abandonarlo a su suerte.
¿Ocurrirá lo mismo el próximo 21 de diciembre? ¿Serán tantos los zoquetes que creerán en la ineludible desgracia que terminará ocurriendo algo aunque en principio no fuese a ocurrir nada?
No necesitamos eventos sobrenaturales ni catástrofes cósmicas, ni un Godzilla, ni del mismísimo Anticristo para que se acabe el mundo. Sólo basta con que creamos que el mundo se va a acabar para que se acabe. Por ejemplo: si usted se suicida, ahí tiene su fin del mundo.
Y si se fuera a acabar el mundo, ¿usted qué haría el 21 de diciembre?