La distancia que hay entre el chiste y el humor es la misma que hay entre el sexo y el amor. Se requiere un nivel superior de comunicación.

 

 

En estas épocas de crisis, de bolsillos rotos, de almas en pena, de armas que producen penas, de penas que dan pena, el humor es lo único que nos salva. Y es que por esas cosas del destino, en el mundo nos conocen porque traficamos con droga, porque exportamos café, porque nuestros guerrilleros se mueren de aburrimiento y de viejos, por nuestro ingenio para el engaño y por nuestra capacidad para reír. Al fin y al cabo por ahí dicen que somos un chiste.

Los colombianos, todos, tenemos una predisposición para el humor, para reírnos de nuestras tragedias, para reírnos de nosotros mismos, aunque si es de los otros, mejor. Nos reímos cuando se cae la abuelita en un hueco, nos reímos de los cojos y de los feos, nos reímos de nuestras tragedias, nos reímos de nuestros muertos, nos reímos de nuestros gobiernos ( y peor, ellos se ríen de nosotros). Y es que el lugar como el motivo tampoco importa. Los sepelios nos sirven de pretexto para burlarnos de la viudas y del difunto. En los bautizos nos reímos de las orejas del bebé o del poco parecido con su padre. En las iglesias nos carcajeamos en plena comunión y en los matrimonios nos burlamos de la novia.

Sin embargo, algo va del chiste,  la burla, el calambur, el chascarrillo, el cuento, la anécdota, la broma, el chistorete, la ocurrencia, el ingenio o la chanza, que aflora en cada taza de café o en cada cerveza, al humor que conjuga con especial habilidad  la malicia y premeditación. Será tal vez por aquello de que tenemos dos costas, que nuestro humor es negro como el alma de tantos . Un negro cetrino, tirando a morado  que nos ayuda además del saludable ejercicio de reír, a lanzar críticas con una carga de profundidad digna de nuestros maltrechos barcos guardafronteras. Porque, hay que decirlo, tal vez es el humor, nuestro mejor pasaporte a la sinceridad. Acá tiramos piedras en papel regalo. El humor es la mejor forma de quedarnos sin nada guardado, como nevera de pobre. Y por eso, la vida misma, esa cotidianidad que nos atrapa, es el mejor caldo de cultivo para el humor.

El humor puede ser  entonces nuestra mejor tabla de salvación en estos tiempos de tormenta. Dicen los que saben que las arrugas en el rostro de los hombres ( arrugas en los pobres, líneas de expresión en los ricos) son el mejor síntoma de una vida bien vivida y por eso no sobra recordar que el humor contamina el miedo ambiente y que la risa se constituye en  el mejor anti – todo.