«Diego no conocía la mar. El padre Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar y tanto su fulgor que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando consiguió por fin hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:¡ Ayúdame a mirar!» 

Eduardo Galeano

La realidad nos aplasta. En pequeñas dosis. Tres cucharaditas de masacre en la noche antes de dormir. Dos tabletas de recesión económica en la mañana. Diez gotas de pesimismo antes del almuerzo. Y el enfermo nada que se alivia. Tal vez porque el remedio de tanto tomarlo no surte efecto. Tal vez porque el remedio de tanto tomarlo no surte afecto…

Así en pequeñas dosis se nos va el país. Somos un país lleno de miedos. Lleno de medios. La desesperanza nos tomó por asalto y nos nos dimos cuenta. Hay un «profundo malestar en la cultura» como dirían los estudiosos. Y en ese malestar, sin duda alguna, los medios de comunicación han jugado un papel fundamental. Para Jesús Martín Barbero, profesor y experto en comunicación y cultura « los medios de comunicación le están haciendo una trampa muy fuerte a la democracia. Con su obsesión por las imágenes y los sondeos, están confundiendo la opinión pública con las reacciones pasionales. Un ejemplo: después de una masacre  le preguntan a la gente si quiere la pena de muerte, y la inmensa mayoría dice sí. Los medios no nos están ayudando ni a comprender la ciudad ni a enfrentarla. Nos han acostumbrado a ella, haciéndonos perder el escalofrío. Por eso ya nada nos inmuta, nada nos conmueve «.  Entre tanto, Antanas Mockus, piensa que la estructura de los medios de comunicación maneja un juicio moral en el que se polarizan las personas y no las situaciones. Los medios no reproducen narrativas, hay una baja reflexividad y solamente se lucha por mantener la atención. Hay una miopía traducida en un cortoplacismo.

Y es que nuestra realidad es dura. Es difícil. Cómo negarlo. Cómo taparlo. Desde la época de Conquista y Colonia, pasando por la violencia partidista, la mafiosa, hasta la guerrillera, la paramilitar,la de derechas y la de izquierdas de hoy, hemos sido violentos. Y aunque suene a argumento inútil ante tanto muerto, los medios  han conseguido «socializarla», hacerla un problema de todos, tanto que muchas veces esa gran cantidad de información negativa se ha convertido en la mejor anestesia, en una cruel paradoja. En esa línea  Mockus cree que «un síntoma de la modernidad es detectar las carencias. Las sociedades más armónicas buscan lo malo como una manera de mejorar. La autocrítica es válida. El detenerse en las carencias es hacer un alto en lo cotidiano, en lo de todos los días, para pensar sobre lo que no nos es cotidiano que en nuestro caso, es lo violento, es decir nuestras carencias y eso a la larga tiene unos efectos desmoralizadores. Por eso habría que empezar a reconstruir, lo que no nos es cotidiano.»

Sin embargo, el problema de fondo está en la escasa, por no decir nula, creatividad de nuestros medios. Existe un afán excesivo por producir datos y hechos, lo que los lleva a asimilarse al turista que llega y se va sin comprometerse ni dar de sí mismo. No han sido capaces de darle vida a la posibilidad de ser y pensar distinto, de ver lo que otros no son capaces de ver. No buscan el otro lado, las otras maneras. Ni mucho menos establece analogías  ni relaciones. No hay espacio para la duda. La fórmula parece ser simple. Fútbol, tetas y masacres. Con agendas similares ( por no decir iguales y coordinadas) los dos grandes noticieros coinciden en la presentación de noticias supuestamente “exclusivas”, llegan al mismo tiempo a las noticias de última hora, tratan por goteo los mismos temas y ponen las noticias “ en contexto” y las analizan “ desde todos los ángulos” como si eso no fuera un requisito sine qua non del periodismo profesional que debiera hacerse, por lo que esas frases no pasan de ser eso. Frases bobas y banales. Puro slogan. Y no será por falta de tiempo que no pueden ensayar fórmulas distintas porque acá, a diferencia del mundo, nuestros noticieros duran casi las dos horas. En ese tiempo se mezclan impávidos el resumen de los goles, dos notas sin trascendencia de lo que pasa a nivel internacional, tres tragedias, las declaraciones del ministro o presidente de rigor, los trinos del expresidente y una nota sobre matoneo escolar o borrachos al volante. Se complementan con una pequeña dosis de chismes políticos y una nota colorida en la insoportable levedad del set. 

Dentro de esa perspectiva surgen entonces los interrogantes ¿ Qué pueden hacer los medios si nuestra propia realidad es violenta? ¿ Cómo pueden los medios jugar el papel de constructores y no de «resonadores»? ¿ Cómo hacer de  los mensajes de los medios algo más positivo, sin que eso nos aleje de nuestra realidad? ¿ Es posible derrotar el viejo aforismo periodístico que » buenas noticias no son noticia?.

El experimentado periodista, Javier Darío Restrepo, cree que «aún la realidad más violenta puede ser comunicada con un contenido positivo para los receptores de la información. Esto ocurre cuando esa realidad se muestra completa, de modo que se conozca además del hecho, el proceso del que es parte. Quien trabaja para entregar una realidad que pueda ser comprendida, construye. Es una construcción que implica la búsqueda de los antecedentes o raíces del hecho, la exploración de su contexto y, sobre todo, la percepción de las proyecciones. No se trata de hacer un periodismo rosa y mucho menos un periodismo ligero que distraiga de la dura realidad. Se trata de hacer un periodismo que haga comprender la realidad”.

Sin embargo, nada de eso habrá servido si el público no toma parte activa en la construcción de mensajes distintos, creativos y tolerantes que permitan la esperanza en un país distinto, diferente. Ese es un sueño, un sueño al alcance de la mano. Por eso como en las viejas  consignas de los estudiantes de mayo del 68, » SEAMOS REALISTAS, PIDAMOS LO IMPOSIBLE».