El único gesto es creer o no, algunas veces hasta creer llorando” 

Chico Buarque- Willie Colón

 

Y no es que nos hagamos eso que llaman con sonora inapetencia “ falsas expectativas”, porque en el fondo todos sabemos qué es verdad, qué es mentira, qué puede ser y qué no, por lo que si es  falsa no pudo ser expectativa. 

Lo que sucede es que  necesitamos desesperadamente alguien que nos salve y por eso depositamos nuestras esperanzas en cualquiera: en un político, en un deportista, en un artista, en una pareja. Y tal vez no es que ellos nos quieran engañar, sino que somos nosotros mismos los que  vamos construyendo la esperanza y depositamos en él, ella o ellos, lo que queremos, lo que no tenemos, lo que soñamos, nuestras alegrías, sean temporales o duraderas, para terminar decepcionados, rumiando nuestra tristeza, odiando a los que ayer amamos.

Es por eso que   somos un país de  extremos, donde hoy  idolatramos a nuestros deportistas para  defenestrarlos luego cuando no consiguen  los triunfos esperados. Con los políticos sucede lo mismo: tipos que nunca  han elaborado un proyecto exitoso o han sido los reyes de la argucia y las triquiñuelas es obvio que no podrán ser buenos gobernantes. Pasa tambien  con  las personas, a las que idealizamos y le atribuimos saberes y poderes que tal vez nunca lleguen a tener. Y no es que las personas no puedan mejorar, pero la verdad verdadera es que lo único que  cambia en nosotros   es la calvicie, las tetas, las arrugas  y la barriga.  No en vano se dice que  el arte de vivir en pareja consiste en conocerse, enamorarse, dudar, decepcionarse, pedir perdón, decepcionarse y algunas veces irse…

Y es que  no se trata de no creer o de perder la esperanza. Tal vez de lo que se trata es de ver mejor o por lo menos con los pies sobre la tierra, que es otra forma de mirar, porque tal vez lo mejor es no pecar de ingenuos sino de puros descarados.

A la larga no toda duda es necesariamente un despiste y al final a toda expectativa se le terminan viendo las costuras…