El FMI alaba nuestra economía, muchos observadores consideran que somos el país con mayor proyección del mundo, nuestros indicadores de acceso a la educación en todos sus niveles, crecen( en cobertura aunque no necesariamente en calidad) conservamos casi intactas 42 áreas naturales protegidas dentro del sistema de parques nacionales, con una extensión global superior a nueve millones de hectáreas, somos el segundo país del mundo en especies vegetales, tenemos el 19.4% de la avifauna mundial, somos la segunda nación en anfibios, el tercero en reptiles, el primer productor de esmeraldas, de café suave, líder en materia de textiles, recursos hídricos, en fin, podríamos decir que lo tenemos todo. O casi todo.
No cabe duda que la Colombia de hoy, es una Colombia diferente a la que vivieron nuestros padres, nuestros abuelos. Hoy por hoy tenemos una sociedad más informada, más preparada, más estudiada, con mayor acceso a la tecnología, pero no necesariamente tenemos una sociedad mejor. El conocimiento no se ha convertido en bienestar, lo que lejos de ser un hecho anecdótico es un triste agravante.
Nuestra clase dirigente tanto en el sector público como en el privado, por lo general han tenido amplias oportunidades de formación, tanto en Colombia como en el exterior. No debería eso traducirse entonces en una mirada por el bien común y no en una ventaja para sacar ventaja, para llenarse los bolsillos, para aferrarse al poder, para mentir, para robar, para corromper, para la triquiñuela y la trampa? Los ciudadanos del común, los que montamos en bus, los que aparecemos en Datacredito, los que renegamos de las EPS y la mala señal de los operadores celulares, por lo general tenemos acceso a múltiples formas de información, redes sociales, canales de televisión por cable, páginas web, medios de comunicación. No debería eso traducirse entonces en una mirada crítica, que nos permita ir más allá de lo aparente y no en juicios banales, individualistas, sesgados, sin fundamento, lo que se traduce en una sociedad apaciguada como la que tenemos?
Esa es nuestra gran paradoja. Sabemos más pero no sabemos mejor. No de otra manera se explicaría los niveles de corrupción que hemos alcanzado, los niveles de intolerancia, de brutalidad, de violencia que padecemos, la capacidad de destrucción de los recursos naturales que ejercemos, la falta de criterio al elegir que sufrimos, la manía de creernos más de lo que somos, la tendencia obsesiva a confundir la creatividad con la viveza.
Nos estamos muriendo de sed a un metro del pozo de agua y como diría Paulo Freire “el estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas”.