Dicen que el purgatorio no existe, pero tal vez lo que pasa es que  no han  tenido que sortear la maraña burocrática que implica ser proveedor de una empresa pública o privada en  Colombia.

El nuestro es  un  mundo lleno de funcionarios. Empresas, despachos, oficinas, grandes, pequeñas y medianas son movidas a diario por el trabajo y el esfuerzo de personas, competentes (unas no tanto) profesionales (unas no  tanto) imaginativas (unos no tanto) comprometidas (unos no tanto).

Afuera, sin embargo, existe también un ejército de profesionales que con sus empresas o su talento  contribuyen al movimiento de ese gran engranaje. Y por supuesto, en ese ejército encontramos personas competentes (unas no tanto) profesionales (unas no  tanto) imaginativas (unas no tanto), comprometidas (unos no tanto).

Y aunque  parezcan diferentes, no lo son tanto. Como en la puerta de un ascensor en hora pico, se confunden, unos intentado entrar y otros intentando salir. Y es que el funcionario hoy, bien podría estar del otro lado de la mesa, mañana. Y viceversa. Por eso, lo mejor es no escupir al cielo.

En nuestro país, ser proveedor no es una tarea fácil y aunque como es apenas natural no se podría generalizar, establecer un contacto, una relación duradera o simplemente ser recibido para darse a conocer, es una tarea de titanes,primero porque los amigos de ayer son los que le sacarán el cuerpo hoy y los que no lo conocen no lo creen merecedor de cinco minutos  en  su agenda.Por alguna razón que desconozco, muchos funcionarios de los que se sientan de ese lado del escritorio, tienden a ver al que está del otro lado, como una molestia, un lagarto o simplemente un tipo que le puede estar haciendo perder el tiempo.

La cosa funciona más o menos de la siguiente forma: Al llamar a solicitar una cita usted se encuentra con la primera barrera; la niña del conmutador que dependiendo del genio con que amanezca lo comunicará (o no) con la segunda barrera que generalmente es una secretaria o asistente que hace las veces de feroz guardián de su jefe. “El doctor(a) no está, cómo para qué sería, déjeme sus números y nosotros lo llamamos” (llamada que obviamente y por lo general, nunca se materializa). Luego de la insistencia, y con suerte, la cita se concreta. Así y luego de una espera, corta o larga según sea el caso, lo reciben. La calidez o el interés del interlocutor es variopinta.Luego, en el mejor de los casos viene  el proceso de cotización, rebajas, discusión de formas de pagos (discusión es un decir porque las condiciones siempre las pone  el cliente) y por último, el trabajo o la compra del producto o el servicio, producto o servicio que por lo general sufren miles de modificaciones, antes de ser  recibido a satisfacción.

Posteriormente, viene el crítico proceso de facturar. Papel aquí, sello allá, la factura o cuenta de cobro ingresa a  un oscuro laberinto en el que inefablemente se traspapela en algún momento, lo que inevitablemente hará que la luz del túnel se vea dos o tres semanas después de la fecha acordada.

Para completar, nuestro año se ha ido achicando como abrigo en lavandería de barrio y ya no tiene 12 meses sino diez, porque al fin y al cabo, empresa y organización que se respete se deja inundar del ambiente festivo que trae diciembre y la modorra que ofrece enero. Así, lo que no se haya hecho hasta el 30 de noviembre ya es mejor dejarlo para el 20 de enero del próximo año. La facturación se cierra a mediados de diciembre, por lo que proveedor que no se avispe queda colgado de la brocha. El presupuesto a pesar de que  las áreas de planeación respectivas lo piden desde septiembre, solamente se puede empezar a ejecutar en Febrero. Los proyectos se  archivan para ver “el próximo año cómo está la cosa”. En diciembre entonces, se trabaja  con el ánimo de empleado oficial a punto de jubilación.

Esta es pues casi una relación de amor y odio porque desde la otra orilla la situación podría pintarse de otra forma igual de crítica. Proveedores que nunca cumplen, para quienes la fecha de entrega de lo prometido suele ser de  caucho, trabajos a medias, peleas interminables, acuerdos incumplidos, mala calidad, etc,etc,etc.

Como puede verse, la cosa no es fácil, en este purgatorio no siempre depende de las credenciales del penitente, sino de quién tiene las llaves del infierno o el paraíso…

@malievan