Los colombianos siempre hemos sido gente de frases. Frases tontas, frases ingeniosas, frases que en resumen nos sirven para salir del paso. Una de ellas es aquella que decía que “ todos somos socialistas, hasta que nuestra hermana se quiere casar con el lechero”. Hoy la recordé, al leer la noticia que la Alcaldía de Bogotá construirá viviendas populares en zonas como El Lago, Chicó y Santa Bárbara, es decir , en pleno estrato 6.
Como es de suponer la polémica se ha desatado, polémica por demás, marcada por los clichés, el populismo, el arribismo, pero por encima de todo, por la hipocresía.
No nos digamos mentiras: hablar de inclusión social es algo muy cool, pero siempre y cuando la hagan muy lejos de nuestra casa. La reacción inicial de los vecinos, de las diferentes corporaciones y de las que faltan, ha sido la de rechazar la propuesta: Que pobres los pobres porque por acá todo es muy caro, que pobres los pobres que van a quedar tan lejos de las plazas de mercado, que pobres los pobres, que van a tener que atravesar la ciudad para ir hasta los Camis, que pobres los pobres porque la pola por acá es muy costosa. Otros, los han dicho un poco más claro, pero no menos tímidos y es que sienten que sus negocios decaerán, que sus propiedades valdrán menos, que sus carros corren peligro y que sus perros se llenarán de pulgas. En resumen, todos quieren a los pobres, pero los quieren lejos.
Sin embargo, algo me dice que la propuesta no es tan inocente ni tan altruista como parece. Gustavo Petro ha demostrado que es uno de los políticos más hábiles que ha dado el país en las últimas décadas. Es una mezcla extraña del “Che” Guevara con Turbay Ayala, sin el carisma de uno ni las marrullas del otro, pero con la dosis exacta de inteligencia y populismo.
Petro sabe bien que con los niveles de gerencia y ejecución que han caracterizado a su administración, esas viviendas no estarán listas hasta antes de una década. Mejor dicho, primero inauguran el Metro. Pero eso no es lo realmente importante. Lo primordial es que las elecciones para elegir alcalde, están a la vuelta de la esquina y nada da más réditos que tensar las relaciones entre ricos y pobres. “La Bogotá Humana quiso que ustedes vivieran donde viven los ricos, pero la oligarquía no dejó”. Ese es sin duda un discurso vendedor, que incluso puede poner a puntuar en las encuestas hasta a Holmann Morris.
En resumen, acá los que menos importan son los pobres. A los unos y a los otros les vale una moneda de mil, lo que pase con ellos. Los unos y los otros se aprovechan de ellos, los usan como argumento, como disculpa, porque esta es una de esas propuestas que hacen quedar bien al que las hace y condena y hace sentir mal al que las rechaza.
Si a la Bogotá Humana le importaran los pobres, no los llevaría a vivir cerca de la zona rosa, hoy convertida en zona roja, con niveles de inseguridad, ruido y desorden que no se ven en muchos de los barrios de estrato 1. Si a los vecinos, les importaran los pobres, buscarían formas distintas de ayudarlos, más allá de las limosnas y las ropas rotas que regalan los diciembres.
Finalmente, y para poner todo en perspectiva, yo, tan arribista como mi clase media me obliga, de una forma u otra respiro tranquilo al saber que los lecheros se acabaron…