Hay una especie de histeria colectiva por parecernos,por repetirnos, por ponernos de acuerdo. Queremos acabar la diferencia, bien sea a través de la fuerza, o bien sea a través del diálogo. Y no es que queramos vivir en paz. Lo que queremos es el unanimismo.
Unos más, otros menos, los colombianos siempre creemos que tenemos la razón. En la religión suele haber más teólogos que creyentes, en la economía más expertos que dinero, en el sexo más chicaneros que acróbatas, en la gastronomía más chefs que carne en la nevera, en la salud más médicos que dolencias, en el arte más bohemios que melodías. Los papás queremos que los hijos piensen como nosotros, los hijos que los papás piensen como ellos, el gobierno, que la guerrilla haga otro tanto y la guerrilla viceversa, las mujeres con los hombres y los hombres que las mujeres sientan y elaboren de otra forma. La suya, por supuesto. La izquierda con la derecha y la derecha que todos los demás piensen como ella. Nos gustan las copias porque lo fácil es parecernos y lo verdaderamente complejo es tratar a todo el mundo por igual. Es decir diferentes.
Y es que hay cosas que de sencillo terminamos por convertirlas en imposibles de lograr y por eso tal vez no hemos comprendido que la ventaja de que haya islas es que lo productivo está en tender puentes. Pero no. Hemos optado por el egoísmo de creer que el universo pasa por nuestro ombligo. Nos gusta mirárnoslo como si no supiéramos que también hay que sacarnos la mugre de vez en cuando. En el polo opuesto está la victimización: “Es que él, es que ella, es que ellos”. Y así, siempre tenemos la disculpa para acomodarnos, para camuflarnos en el mullido follaje de la masa.Y disculpas siempre habrá. Tal vez de jóvenes cuando nos sobraba el tiempo y la energía, lo que nos faltaba era el dinero. De adultos muchas veces tenemos la energía y en algunos casos el dinero pero no tenemos el tiempo suficiente y ya de viejos tal vez podamos tener el dinero y el tiempo pero se nos habrá acabado la energía y ya no habrá posibilidad de entender que la masificación no es lo mismo que la panadería.
En un mundo tan blanco, nos llenamos de pavor de ser las ovejas negras y escogemos la tranquilidad de caminar en la manada. Lo fácil que resultaría ser nosotros mismos, aceptándonos cómo somos, con lo bueno y con lo malo y qué difícil y desgastante que resulta el intentar parecernos a alguien con lo bueno y con lo malo como un clon desdibujado.
Somos los repetidos pero a la larga cada cual es cada quien…