Escuchando esta mañana a Sergio París gerente de Transmilenio en la W no supe si reírme o echarme a llorar. Soy un simple usuario de un sistema del que alguna vez me sentí orgulloso, pero ni ayer cuando funcionaba ni hoy cuando es un desastre seria capaz de hablar de “ Mi Transmi”, la campaña de cultura ciudadana que tiene la Gerencia, campaña que obviamente nace muerta desde su nombre mismo, digno de alumnos del grado parvulitos. Hice el ejercicio de conocer la trayectoria del señor y lo entendí todo: antes de llegar a TM, París desempeñó gran parte de su carrera en la Aeronáutica Civil, en donde fue director general (e) en el 2011, es especialista en Evaluación y Formulación de Proyectos, y cuenta con una maestría en Administración de Negocios con orientación a las actividades en el sector aeroespacial de la Ecole Supérieure de Commerce – de – Toulouse, Francia. Gran trayectoria, sin duda, pero explica el hecho de que el señor viva en la luna.
No soy especialista en transporte público, ni soy el concejal Flórez hablando en RCN televisión día de por medio. Tampoco voy a hacer acá una larga retahíla con lo que todos ya sabemos: que las puertas no funcionan, que el sobrecupo es inhumano, que los vendedores nos atafagan, que la inseguridad es pan de cada día, que estamos en manos de un puñado de policías bachilleres inmersos en whastapp y Candy Crush, que las tarjetas integradas no funcionan, que las troncales están destruidas.
No es un secreto que Transmilenio terminó preso de su éxito, pero tampoco lo es, que hace mucho tiempo lo encarceló la desidia. Y es que el panorama que nos dibujó París en esa entrevista, no por realista deja de ser tenebroso :” La solución a Transmilenio es la construcción del metro, el tren de cercanías a Facatativa y la troncal de la Boyacá”, lo que en otras palabras se traduce en el hecho simple que el mismo encargado es consciente de que el sistema no tiene arreglo. Nuestra joya de la corona, la arteria vital de nuestra movilidad y nuestro bienestar, está condenado a morirse porque si su solución está en manos de tres proyectos que ni siquiera tienen pliegos de construcción, pues no queda más que trastearnos de Bogotá.
Es indudable que en Transmilenio se reflejan muchas de las cosas que pasan en la ciudad y tal vez ese es el punto. La percepción de que todo anda al garete, que no hay quien mande, que no hay autoridad, que a nadie parece ya importarle, es inocultable. Con un agravante, se nos vinieron las elecciones lo que se traduce en el hecho simple que, como en los buses articulados, habrá congestión de gente histérica queriendo entrar y otro empujando para salir. No nos digamos mentiras. Las elecciones para la alcaldía de Bogotá apretarán aún más el nudo de la horca que tiene Transmilenio en el cuello, porque ni al Alcalde le interesará hacer nada porque ya va de salida, ni los que aspiran a elegirse harán algo diferente a criticar y a decir lo obvio que solamente los usuarios padecemos.
Tal vez es la impotencia o el empute, pero hoy como están las cosas no queda más que resignarnos y entender que Transmilenio es la entrada al averno. Y hay que hacer fila.