En la vida y en el kamasutra lo importante es saber elegir la posición ya que finalmente muchas veces la decisión más radical es ser flexible. Sin embargo vamos por la vida cargando miedos y aprensiones, llenando la existencia de razones para quedarnos paralizados viendo las oportunidades pasar por la ventana, como barquitos de papel que algún niño puso en la corriente producida por la lluvia.

Pese a todo, a diario nos enfrentamos con la deliciosa mezcla de la pluralidad, de las miradas variopintas, de las posiciones divergentes, de la complejidad de ser y sabernos diferentes, lo que finalmente nos llena de razones para tener una opinión. Y es que a la larga lo que pensamos de la vida es un rompecabezas de infinitas piezas que vamos acumulando día a día, como hacen las personas que sufren del síndrome de Diógenes, por lo que la originalidad no consiste en el que más invente sino en el que mejor teja. Estamos hechos de pedacitos de los otros, de los que nos gustan y de los que no tanto, de los que aceptamos y olvidamos, de lo que son recuerdo y los que son insomnio, de goticas de alguien más, porque por más ermitaños que seamos, al final tendremos que pedir a domicilio. Nuestras opiniones se parecen al agua que se toman los niños en las riberas de los ríos: un revuelto de vida y podredumbre, de espesa liquidez y diluida presencia, corriente estrecha y desembocadura al mar, de triste inundación y chapoteo de agua alegre.

Y es que posar de original en estos tiempos no deja de ser un exabrupto porque la diversidad está en el aire y se respira en las esquinas, aunque a veces nos tapemos la boca y la nariz como si eso nos protegiera de los otros y a los otros de nosotros. Sin embargo, además de obtusos somos tontos, y creemos que tenemos la razón, como si la sabiduría fuera un puerto y no una forma de viajar porque a la larga la clave no es volar sino saber dónde estar parado. Somos resultado e ingrediente, comienzos y finales y nuestras opiniones no son más que un pequeño nudo ciego en esa inmensa red, laberíntica e inagotable que se va formando cada día.

No somos puros, somos mezcla. Somos por otros, somos con otros, somos de otros, somos los otros, como el kamasutra, donde lo divertido no es hacerlo solo.

 

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