La realidad nos aplasta. En pequeñas dosis. Tres cucharaditas de corrupción en la noche antes de dormir. Dos tabletas de recesión económica en la mañana. Diez gotas de pesimismo antes del almuerzo. Y el enfermo nada que se alivia. Tal vez porque el remedio de tanto tomarlo no surte efecto.

Así en pequeñas dosis se nos va el país. Somos un país lleno de miedos. La desesperanza nos tomó por asalto y no nos dimos cuenta. Por eso, ser periodista es peligroso. A unos porque los matan y otros, porque corren el riesgo de morirse al caer del elevado pedestal donde está su ego.

No podemos negar que muchas de las cosas que pasan en nuestro país es porque los medios las destapan, pero tampoco podemos meternos mentiras: los políticos, los funcionarios, la gentecita bien, le teme a los medios, no por su labor investigativa, o por la profundidad de sus argumentos, sino por la bulla que puedan hacer y la duración que pueda tener la algarabía, porque aparte de corruptos y ladrones, son fantoches, interesados más en lo que digan los demás que en hacer lo que les toca.

Sabemos de fútbol. Sabemos de política, sabemos de música, sabemos de moda, sabemos de economía, sabemos de televisión, sabemos de tecnología, sabemos tanto que por eso pedimos renuncias, descalificamos técnicos, organizamos campañas, lanzamos formas de hacer y de ser, proyectamos teorías, especulamos futuros.

Que el periodismo fiscalice, investigue, indague, contextualice, indague, critique, busque, descubra, señale, analice, examine, reproche, es lo deseable. Lo complicado es que nos hemos convertido en una especie de para – gobierno capaz de publicar videos y documentos sin contexto que rompen la integridad de las personas o de lanzar hipótesis que trunquen las carreras o de instigar investigaciones, aliarse con el poder, promover carreras, organizar negocios y juzgar delitos. Cobramos el tiro de esquina y corremos a cabecear para meter el gol. Nuestros medios no buscan el otro lado, las otras maneras. Mucho menos, establecen analogías, ni relaciones. No hay espacio para la duda. La fórmula parece ser simple. Fútbol, tetas y masacres. Tratan por goteo los mismos temas y ponen las noticias en la boca del público (que tampoco procesa, ni duda, ni contextualiza) para darles de qué hablar. Frases bobas y banales. Puro eslogan.

En Colombia, los periodistas y los medios no somos el cuarto poder. Somos tal vez el único. Y tal vez por eso, nos va como nos va.

 

¿Y si se dan una pasadita por @malievan

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