Dar vueltas no significa cerrar círculos. Nos hemos acostumbrado a dejar la puerta abierta, a dejar pequeños resquicios por los cuales se nos cuelan los pasados que vuelven de tarde a golpearnos como bolas de granizo cuando llueve.

Todo lo hacemos a medias como si eso nos salvara de afrontar la realidad, que tarde o temprano vendrá a tocar la puerta. Lo inconcluso es como una pequeña semilla de uchuva, que creemos insignificante, que pateamos con desdén y que al cabo del tiempo nos está tapando la ventana. Lo pendiente siempre vuelve, más gordo, más hambriento, más goloso, dispuesto a cobrar lo que le deben. Lo inacabado crece silvestre y se hace fuerte a medida que pasa el tiempo, como esos mil pesos que dejamos de pagar al banco y que con los años reaparece en forma de reporte a Datacredito. Lo irresuelto, se toma su tiempo, crece a lo lejos, invisible, imperceptible, intangible, casi etéreo, pero no por eso menos fuerte y poderoso y por eso cuando vuelve, pide el pago de contado, sin plazo, sin demora.

Como si nuestra tendencia a procrastinar fuera poco, tenemos la tendencia a no decirnos la verdad porque nos hemos comido el cuento que afrontar la realidad es síntoma de descortesía y tosquedad. Hemos convertido al tiempo en un aliado de nuestra falta de cojones, de nuestra falta de entereza para expresar lo que sentimos y sabemos. Nos gusta pasar de agache, pero en el fondo terminamos por vivir a rastras. Somos como esos dueños de mascota que miran a otro lado mientras su perro nos llena de mierda el parque, como si alguna vez no corriéramos el riesgo de ensuciarnos los zapatos.

No hemos resuelto el crimen de Mamatoco, ni la muerte de Gaitán, ni la de Galán, ni el robo de El Guavio, ni el robo de los 13.5 millones de dólares de Roberto Soto Prieto, ni la custodia de Badillo, ni Foncolpuertos, ni el desfalco a Cajanal, ni Saludcoop, ni la Caja Agraria, ni los falsos positivos, ni las masacres paramilitares, ni el asesinato de Rosa Elvira Cely, ni la de Diego Felipe Becerra, ni la de Luis Andrés Colmenares, ni el proceso ocho mil, ni la yidispolítica entre otras muchas perlas, porque nuestra justicia camina tan despacio que cuando llega nadie la reconoce porque llega convertida en injusticia.

Tal vez sea el momento de barrer debajo de la alfombra para sacar la podredumbre porque al paso que vamos, convertiremos nuestros casos no resueltos en un producto tipo exportación. Como las uchuvas.

 

¿Y si se dan una pasadita por @malievan ?

www.lalibelula.co

www.circobits.com