Los colombianos somos los reyes del acomodo. Pensamos, decimos y actuamos (no necesariamente en ese orden) dependiendo del lugar en el que estemos, de las circunstancias que nos rodeen, las necesidades que tengamos y los beneficios que podamos obtener.

Y es que cuando hablamos de ideología, la nuestra es de caucho porque acá ser de derecha o ser de izquierda es apenas una metáfora, un abrazo, un ibuprofeno de esos que cada vez dan menos en las citas de EPS, que consuelan pero no sirven para nada (las citas, los abrazos, los ibuprofenos y la ideología) pero que reclamamos solamente para sentir que no nos vamos con las manos vacías.

Nos damos golpes de pecho cuando Petro estatiza los servicios, pero también nos escandaliza que Peñalosa los quiera privatizar. ¿No es lo lógico cuando su forma de pensar así lo dice? Nuestras marchas de maestros dan grima. Los que van, acuden por una de dos razones fundamentales: Una, porque estén convencidos de la justicia de la causa y dos, porque si no van y firman lista, no les pagan el día. Pero igual pasa con los trabajadores del sector de la salud, de la rama judicial, los trabajadores del estado, las marchas campesinas y hasta las porristas del Independiente Santa Fe.

Nuestros partidos políticos son una risa: Uribe nació como político siendo liberal y hoy es más godo que Laureano. Al actual Procurador, lo puso por primera vez en ese cargo el mismo Gustavo Petro cuando era senador. Al plan de Desarrollo del Alcalde Peñalosa, lo salvó un concejal del Polo Democrático. Las Farc y los elenos son los reyes de la droga y los abusos y a Santos lo acusan de Castrochavista, cuando su marxismo no pasa de ser de los de Groucho. Groucho Marx. Y así con todos.

De religión y espiritualidad ni hablar. Decimos ser un país católico, pero no tenemos miedo de abortar ni de separarnos, que no es que sea ni bueno ni malo, pero por lo menos sí difiere de los dogmas. Otros dicen ser cristianos y actúan en contravía de lo que dicen profesar y nuestros ateos echan camándula y al primer problema, le piden a Dios la solución.

Nos gusta acomodarnos, eso está claro y para eso no dudamos en dar vueltas y revueltas. Somos elefantes intentando entrar a un carro de dos puertas porque no entendemos que tal vez el problema no es tener la razón, sino saber tenerla…

 

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