No es lo mismo un troglodita que un cafre. Un cafre, es un hijueputa a la carrera, que goza con el dolor ajeno, un sacaventaja, un abusivo, un despótico, un atrevido y además, un arbitrario. Un troglodita, en cambio, es ante todo un solitario, casi un ermitaño, terco, frentero, áspero que dice la verdad (su verdad, por supuesto) sin miramientos.
Cafre puede ser cualquiera. Troglodita, en cambio, es una forma de ser. En Colombia, por ejemplo, los cafres se dan silvestres, crecen en cualquier parte como las uchuvas, los ciclotaxistas y los locales del D1. Y además, es algo que se hereda. Es difícil que un cafre no tenga un cafrecito, de esos que empujan a los otros niños en el jardín y le jalan el pelo a las pecosas. Los trogloditas, por su parte, se van haciendo de a poquitos: un poco de desamor por acá, lectura solitaria por allá, matoneo colegial, pocas novias, desprecio por la moda y sobre todo, una personalidad a toda prueba.
Un troglodita no sabe de diplomacia. Es una piedra pómez, un kleenex de lija, una tos carrasposa en la garganta. Dice lo que piensa, pero antes piensa lo que dice. Es tosco, rudo, rústico, burdo, descortés, casi un salvaje. Sin embargo, es confiable, porque siempre viene de frente. Un troglodita se sabe un imperfecto, un ser lleno de mañas y manías, pero no se ufana de eso. Más bien se concentra en lo que hacen y dicen los demás, para restregárselo en la cara. No se burla de nadie (eso lo hacen los cafres) pero le encanta hacer visible lo que los demás, por pena, por hipócritas o por falsos, no son capaces de decir.
Como es un solitario, es autosuficiente, ya que entiende que es la única forma de sobrevivir. No es que no le importen las criticas, ni la opinión de los demás, pero como San Francisco de Asís, las necesita poco y las pocas que necesita, las necesita muy poco.
Los trogloditas tienen mala fama. Les dicen locos, desquiciados, amargados, atormentados, andropáusicos, menopáusicos, misóginos, androfóbicos, resentidos, , atormentados, mortificados, excéntricos y anormales. Los cafres, en cambio, son seres paridos por el ano, como diría Carolina Sanín, un claro ejemplo de lo que es ser un troglodita, aunque muchos pensemos que a veces se le va la mano en el divismo para terminar convertida en una cafre de ocasión.
Tal vez el mundo sería mejor si hubiera más trogloditas que hipócritas. Y por supuesto, si hubiera menos cafres…