En Colombia somos buenos haciendo trueques y trucos, cruces y desvíos, atajos y vueltas en círculo. Somos expertos, en el arte de acomodarnos, porque cuando las cosas salen bien, sacamos pecho y hacemos bulla, pero cuando las cosas salen mal, no dudamos un instante, en lavarnos las manos e intentar pasar de agache.

Somos sinuosos, torcidos, ondulantes y ondulados y aparte de todo, descarados, porque no nos da pena bajarnos del bus en pleno movimiento. Ni colorados nos ponemos al negar las cosas evidentes, porque como la política, la vida cotidiana se nos ha vuelto dinámica y lo que ayer fue, hoy no lo es tanto. Además, y para completar, tenemos mala memoria, lo que nos permite hacer piruetas y maromas, brincos y rebotes.

Nuestros políticos suelen ser peritos muy versados en el tema, porque si bien ninguno llega a ser cadáver insepulto, en los momentos en los que cae sobre ellos los tiempos de amargura, viven y padecen la ingratitud de los que incluso horas antes les sobaban las chaquetas.

Uribe se lava las manos en Zuluaga, Otto Bula en la campaña Santos Presidente, Vargas Lleras en Santos, Santos en su jefe de campaña, Lara Jr en Galán Jr, Petro en Peñalosa, Peñalosa en los del Polo, los del Polo en los medios oligarcas, los medios oligarcas en los mamertos resentidos, los mamertos resentidos en media humanidad. Los de Uber en los taxis y los taxistas, dicen que ellos son los buenos del paseo. Los futbolistas en los técnicos, los técnicos en los árbitros, los árbitros en la prensa y la prensa en la afición. Y así nos va.

Lavarse las manos es un acto que exige dosis elevadas de hipocresía y de doblez, de falsedad y disimulo, de deslealtad y felonía, de traición e ingratitud, lo que en pocas palabras se resume en ser un verdadero caradura. Lavarse las manos no los hace limpios ya que a lo sumo pasan por falsos y postizos. Lavarse las manos es una actitud ante la vida, una forma de ser, un talante y un estilo.

Al mejor estilo de Pilatos, preguntamos sin recato “ si seremos yo Maestro” y abandonamos a los otros para poner los pies en polvorosa. Sin embargo, y a lo lejos, se nos pueden ver todas las costuras…