Desde que me acuerdo he escuchado temas y propuestas que de tanto manosearlas se han vuelto un paisaje: que los congresistas se bajen el sueldo, cambiar la hora para aprovechar la luz de día, que se prohíba el ingreso de las barras bravas a los estadios y por supuesto, que Antioquia haga rancho aparte del resto de Colombia.

La revista Semana dice que “Antioquia, es un departamento que lleva grabado en su historia remota el haber sido un Estado Soberano, que no es lo mismo que federal. Antioquia fue lo primero durante lo que se llamó la Patria Boba (hacia 1826); y lo segundo por cuenta de la Constitución de 1858”.

Ahora y con motivo de la decisión del Gobierno de confirmar que Belén de Bajirá pertenece al Chocó y no a los antioqueños, han vuelto a rugir las voces que claman por un departamento libre y soberano. Yo, en verdad, estoy de acuerdo.

Algunos de mis mejores amigos son paisas y reconozco en ellos (en todos los paisas) personas trabajadoras, emprendedoras, amables, con buen humor y un corazón a toda prueba. Creo que si se separan de Colombia eso no cambiaría, porque pienso igual de los japoneses y los chinos. A Sandra y Julio, por ejemplo, los seguiría queriendo, así ya no tuvieran pasaporte colombiano y seguiría pensando en la belleza de las paisas, en la delicia de los frijoles con garra, en los pasteles del Astor, el clima de Medellín y el acento con el que deslizan las palabras. Lo que quiero decir, es que el apetito y los afectos no saben de fronteras. Los paisas entrarían en la categoría de naciones como Argentina y Norcorea, que si bien saben que el resto del planeta no los pasa, son capaces de tomar sus propias decisiones sin que nadie los moleste.

Para el resto de nosotros, la idea también nos plantea ciertos beneficios. Para empezar, los hinchas de Millonarios no tendríamos que jugar contra el Atlético Nacional con lo que evitaríamos vergüenzas. No cargaríamos con el estigma de Pablo Escobar y sobre todo, no tendríamos que ser compatriotas de Popeye, porque su fama de youtuber sería la misma de Germán Garmendia, nacido en Copiapó, Chile. Víctor Gaviria seria una especie de Tarantino paisa y Natalia París, la Kardashian de la nación recién fundada. Gonorrea y pirobo, palabras del folclor de otro país, Carlos Raúl Yepes, el Richard Branson de estas tierras, Maluma, el Justin Beiber de las montañas antioqueñas, Suso, el Paspi, volvería a Telemedellín y para completar, Iván Mejía ya no tendría a quien odiar. No tendríamos que aguantarnos los discursos encendidos del señor gobernador, ni los bucles con acento arrastradito del alcalde Federico, ni las burkas criollas de Piedad, ni mucho menos al Bolillo. Comprar en el Éxito sería equiparable a hacer las compras en un Walmart o en un Target y montar en el metro sería como haberlo hecho en Londres o en París.

Para rematar, y esto es tal vez lo mejor de la propuesta, es que se podría nombrar emperador al senador Álvaro Uribe, que es finalmente lo que quiere. Se podría perpetuar en el poder en forma vitalicia, abrir cuantas zonas francas quiera, expulsar del territorio a todos los de izquierda, ordenar el uso obligatorio de crocs y de ponchos antioqueños y declarar la guerra a Colombia y Venezuela. Por decreto, podría otorgarle la nacionalidad a Paloma Valencia, Iván Duque, Oscar Iván y a todos los del Centro Democrático, con la condición, eso si, que adopten como suyos a Ordoñez, Marta Lucía y Londoño Hoyos. Si nos reciben a Pastrana y a Pachito y repatrian a Arismendi, nos harían un favor.

Como ven, la propuesta no es descabellada. Lo malo es que la selección se quedaría sin arquero, aunque a Cuadrado, nacido en Necoclí (Antioquia) podríamos hacerlo pasar como nacido en Belén de Bajirá (Colombia).

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