“Si parece un pato, nada como un pato, y grazna como un pato, entonces probablemente será un pato”, es una vieja historia atribuida al poeta estadounidense James Whitcomb Riley , que incluso también sirvió de inspiración a muchas canciones con aires de bossa nova. Al ver, el aluvión de apariciones del candidato Vargas Lleras no pude menos que acordarme.
Está claro, que Vargas Lleras es un político hasta la médula, con todo lo que eso implica. Frases sin terminar, acusaciones a medio hacer, evasivas bien confeccionadas, sonrisas fingidas, simpatías entrenadas, volteretas singulares y reculadas sin sonrojo. Sin embargo, Vargas Lleras tiene algo de lo que carecen los demás: el tonito. El cree que está en su casa y por eso grita y da ordenes (caso aparte es el director de Noticias Caracol, sirviendo de niñito regañado, obedeciendo sin chistar lo que el candidato a presidente se digne a necesitar: “Acá le traje un videito, Juan Roberto”.). Se siente ya elegido y para él, Colombia está en mora de hacerle un homenaje.
Para Vargas Lleras, las trampas y delitos de los políticos de su Cambio Radical, son pequeños deslices de personas honorables y en el caso extremo, los demás han hecho lo mismo, lo que de alguna manera los salva y los exculpa. Los falsos positivos o los empresarios patrocinando grupos paramilitares, son apenas detalles nimios de una guerra y por eso para él, si la JEP salva a los guerrilleros de las FARC, igual debería servir para limpiar las culpa de los militares y empresarios.
Dice que le gusta el acuerdo de paz, pero no las leyes que lo implementan. Es decir, le gustan los frijoles sin garra y la lechona y la morcilla pero sin colesterol. Siente que él le hizo un favor a Santos al quedarse siete años como funcionario, sin estar de acuerdo con la obra principal de ese Gobierno: el proceso de la Habana con las FARC. Con inaugurar carreteras, hacer casas y quedarse callado, fue suficiente. Pero no nos llamemos a engaños: fueron siete años de campaña con la plata de nosotros. “Por lo menos algo hizo”, dirán sus seguidores.
Con Uribe se odian porque no hay espacio para tanto mesías que anda suelto. Sin embargo, terminarán dándose abrazos y sonrisas porque en cuanto a ideología son iguales y como buenos políticos saben que no hay pelea (ni amistad) que dure para siempre. Se parecen, como se parecen a Chávez, a Castro, a Trump, a Correa, Maduro y hasta Claudia López porque lo suyo es la megalomanía. Se diferencian en que Uribe asume su derecha sin chistar, mientras que Vargas Lleras, en plena campaña es un godo vergonzante, que intenta hacerse pasar como un político de centro para engañar incautos e inocentes. ”Si parece un pato, nada como un pato, y grazna como un pato, entonces probablemente será un pato”. Si no le gustan los acuerdos, si odia a los de izquierda, si cree en la economía de libre mercado y en la voracidad del capital, si aparte de él, los demás son unos tontas marionetas al servicio de las FARC, si el uso de la fuerza, aunque duela, es una forma de aprender, si se justifica un pequeño coscorrón, no lo dude, ese pato es de derecha.
Y está bien que haya patos de todas las tendencias. Incluso gallos disfrazados, ovejas con piel de lobo y por supuesto, viceversa.
Nota: Juan Roberto, ya puede dejar la carita de asustado, que algo va del respeto al servilismo…