Despojados de polvo y paja, por fin el Centro Democrático y la llamada Coalición Colombia definieron sus candidatos a la Presidencia de la República: Iván Duque y Sergio Fajardo. Los recuerdos, como rufianes del SITP en la noche oscura, me asaltaron:

–        ¿Quieres ungirme? le preguntó Inés de Hinojosa a su sobrina Juanita, que en realidad era su medio hermana.

–        Sí quiero. Nada nos hará más famosas que esos detalles entre nosotras. Nadie lo sabrá.

–        ¿Tú crees?

–        Si tú guardas los secretos, sí.

Esa escena de “Los pecados de Inés de Hinojosa” de Próspero Morales, marcó una generación, y dependiendo de lo que pase en mayo del otro año, ese acto de haber ungido a Duque y a Fajardo, puede marcar a otra. Para los judíos, el acto de ungir representaba tres acciones: Higienizar, aprobación a un rey o a un sacerdote y como medio de curación. Acá podría ser cualquiera de las tres. Como sea, Duque y Fajardo tienen el enorme reto de demostrar que respiran, que están vivos, que no son seres inertes que se mueven para donde el patrón diga en un caso, o hacia donde las encuestas o la opinión mayoritaria señalen, en el otro.

La candidatura de Duque surgió de una encuesta interna del Centro Democrático, que en últimas no es más que la demostración que ninguno de los cinco llenaba a Uribe, que en caso contrario lo hubiera escogido a dedo. La pesadilla de un enano que  se le crece después de que le ha ayudado a ser electo, Uribe no la quiere repetir. Igual le pasó a Correa en Ecuador con Lenin Moreno y Chávez y Castro se murieron antes de poderlo ver. A pesar de ser tipos preparados (unos más que otros) inteligentes (unos más que otros) ni Duque, ni los otros, son capaces de mirar directamente a los ojos al expresidente y actos de lambonería como saber cuántos crocs tiene Uribe o cuánto calza, los deja mal parados. Duque, tiene además el inconveniente de que en su propio partido, tampoco lo quieren, empezando por Fernando Londoño, que no se aguanta que el novel candidato haya empezado su carrera en la Fundación Buen Gobierno. Igual no ha terminado por quedar claro, el papel que jugó en la campaña de Zuluaga Presidente cuando viajó a entrevistarse con el asesor político José Eduardo Cavalcanti de Mendonça, conocido como ‘Duda’ Mendonça.

También debe pesarle la sombra de Martha Lucía Ramírez con la que sin duda se sentiría más cómodo Uribe, ya que con ella tendría más posibilidades de ganar, aunque tampoco esté muy claro que la pueda mangonear. Finalmente, y ya no frente a su partido sino al país mismo, Duque tiene el inmenso reto de demostrar que no es un títere del señor expresidente, sino que es capaz de tomar sus propias decisiones. Si lo hace, seguramente muchos del Centro Democrático lo abandonarán. Si no lo hace, los de otros partidos o los indecisos seguramente no votarán por él. Cruel paradoja, pero como decían las abuelas, “tú te metes, tú te sales”.

Fajardo, de otro lado, no la tiene menos difícil. Luego del rifirrafe con Claudia López, apareció ungido por una coalición que tiene como bandera la lucha contra la corrupción, un discurso que aunque vendedor y ganador de titulares, no es suficiente para un país con una economía en baja, un proceso de posconflicto con dudas y múltiples enredos, una justicia llena de injusticias y de trabas y una educación que no despega.

Probado en varias elecciones de carácter regional y con pinta de galán o de futbolista ochentero, Fajardo aún sigue siendo prácticamente un desconocido en Ciudad Bolívar, el distrito de Aguablanca o en el barrio la Chinita. Tiene fama de decente pero también de agua tibia y tarde que temprano tendrá que tirarse al barro y opinar de impuestos, de violencia, de relaciones con Venezuela,del proceso con el ELN, de la lucha antidrogas, del aborto y la adopción homosexual. En pocas palabras dejar de ser Sofía Gómez, la reina del apnea y pasar a ser Héctor Lavoe, para probar que es un pez capaz de fumar debajo del agua.

Eso es lo que hay, pero entre estos y los otros, me quedo con Inés de Hinojosa.