Maldito el día en que el Parkinson tocó a su puerta. Hoy, que la disyuntiva que se nos presenta como país, pareciera ser entre morirse de cáncer o morirse de un infarto, tal vez nos habría servido mucho un tipo como Antanas, al que le podrán temblar las manos pero nunca le ha temblado la decencia. Que Mockus, saque 539 mil votos en su primera campaña para el Senado no debería sorprender a nadie, primero por lo que él representa como persona y como político, y segundo, porque de alguna manera encarna el cansancio, el agotamiento, el mareo, la fatiga y el agobio que sentimos algunos colombianos frente al odio y el resentimiento que nos ofrecen nuestros maquiavelos de vereda que el lunes amanecieron inflando el pecho.
A Mockus le podrán temblar las manos, pero nunca la decencia
Basta mirar la forma en que cada uno celebró. Mockus entre humilde y sorprendido, pero siempre agradecido, lo primero que hizo fue ponerse de rodillas para pedir una coalición: “Creo que la ciudadanía está cansada de una política de extremos y creo que el pueblo va a lograr mucho en los esfuerzos que podemos hacer algunos, al generar esperanza e inclusión social, sin acudir al odio o al miedo”, dijo. Si hasta pidió excusas anticipadas porque por su enfermedad no va a poder hablar con la fluidez que lo hacen los otros congresistas y no quiere someter a sus próximos compañeros al ritmo que le dicta el mal que lo aqueja hace años. Los otros, mientras tanto, se dedicaron a vomitar su tonito de odio y suficiencia, unos, disfrazados de ovejita con los colmillos y las garras afiladas y otros con la malparidez y la arrogancia de siempre. Incluso, la jauría ciega y sorda que destila su odio y su veneno en ciento cuarenta caracteres ha intentado enlodar el triunfo de la decencia y la dignidad de Antanas, con una supuesta inhabilidad producto de un convenio firmado por Corpovisionarios.
Es bastante improbable que Mockus termine contaminado de la escoria y podredumbre que se mueve en el Congreso, pero también es cierto que es difícil que él los cambie, aunque hasta ahora lo único que prometió fue intentar hacer bien la tarea para buscar que la gente vuelva a confiar en la política. Algo así como el mito de Sísifo en versión moderna.
Hoy parece ser que la única disyuntiva es morirnos de cáncer o morirnos de un infarto, pero que moriremos, moriremos…
Tal vez si nuestro rey de reyes no lo hubiera tildado de “caballo discapacitado” o si el Parkinson hubiera seguido derecho y no se hubiera detenido en las puertas de su casa o si el propio Mockus no hubiera cometido tantos errores en su campaña presidencial, tal vez y sólo tal vez, nuestra historia hoy sería diferente y no estaríamos obligados a escoger entre dos males, porque tal y como están las cosas, esa es la suerte que nos toca.
Por todo eso hay que salvarlo. O pedirle a Dios que le bendiga en ese infierno.