La magia de Internet me permitió conocer una polémica muy particular que hubo en México a finales de los años  70 entre dos intelectuales poderosos: Carlos Monsiváis y Octavio Paz. La pelea  tuvo su punto más alto cuando Paz calificó a Monsiváis como un hombre de ocurrencias y no de ideas, a lo que este respondió que Paz no era un hombre de ideas sino de recetas.

Visto lo que pasa hoy en Colombia, no pude menos que encontrarle sentido a esta polémica, porque si algo nos caracteriza como pueblo, es que somos unos genios a la hora de las frases, de los chistes, de los memes, de los calambures, de los retruécanos, de las burlas, de los chiflidos, de los gritos, de los insultos, de los trucos y del matoneo en manada. Sin embargo, a la hora de mostrar los argumentos, de exponer razones, de hacer ver las evidencias, nos da pereza, nos produce sueño, porque a nadie le interesa.

Somos unos magos para los memes, las burlas y los matoneos en manada.

Preferimos el chiste que el humor, el sexo que el amor, la algarabía que la amistad, el conocimiento que la sabiduría, la  velocidad que las maratones, la histeria que la alegría,  la policía que la seguridad, el vacío que el abismo, las disculpas que la verdad, la ley que la justicia, los negocios que los tratos, la  religión que la espiritualidad, la llenura que la nutrición, la moda que la comodidad, los perdones que los permisos, las ceremonias que las relaciones, el miedo que los sentimientos. En resumen, nos gustan más las ocurrencias que las ideas.

Por eso amamos Twitter, Instagram y las cadenas de Whatsapp, porque nada ni nadie nos obliga a argumentar. Solo decir. En Colombia aún elegimos a un candidato por lo que digan las encuestas, porque aparte de vacuos y banales, somos arribistas y nos gusta estar con los que ganan y por eso estos tipos (todos) se gastan millonadas haciendo jingles pegajosos, ya que al final del día saben que  muchos de los electores se deciden en las urnas por el nivel de recordación que tenga la canción que acompaña a las mentiras, como quien compra un jabón en el supermercado. En los debates y en las plazas dicen cualquier cosa con tal de generar un titular, porque lo importante es aprovechar el efecto que una frase tenga y no el compromiso que se adquiera, compromiso que obviamente poco vale.

En Colombia aún funciona la publicidad política porque escogemos candidatos por los jingles y las frases.

En Colombia es  fácil saber de todo. Sabemos de fútbol. Sabemos de política, sabemos de música, sabemos de moda, sabemos de economía, sabemos de televisión, sabemos de tecnología. Datos y ocurrencias, por la sencilla razón que acá se dice mucho, se piensa poco y se hace menos. No voy a posar  de intelectual, porque afortunadamente lejos estoy de serlo, porque algo cocino y no me pierdo en Transmilenio, me río de los chistes bobos, lloro, pido perdón,saludo a los cajeros del D1,voy a Tostao, me encanta ser malhablado, las frases efectistas y fundamentalmente,  porque nuestros sabios y eruditos son aburridísimos. Ellos representan, las recetas, soluciones de papel vestidas de origami, barquitos de papel que el viento arrastra y sirven poco. En realidad, en esa pelea hubiera estado más del lado de Monsiváis, de quien dicho sea de paso, no he leído más de tres o cuatro cosas, cortas y sencillas.

Sin embargo, en esta crisis cincuentera que me agobia, he llegado a la conclusión que la banalidad y la trivialidad agotan y empalagan, como dos cucharadas seguidas de arequipe Alpina, pero también, que la profundidad necesita tiempo de estudio y gente que a uno lo quiera y lo soporte y en realidad no tengo ni lo uno ni lo otro, y menos lo segundo que lo primero. Por eso sigo buscando un punto medio: ni tan superficial como para que la vida se me vaya en frases, ni tan profundo como para que la tranquilidad se me vaya en un discurso en una plaza solitaria. El problema está en que aún no sé, si eso es una idea o apenas una ocurrencia.

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Seré Breve

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