Voy a reconocerlo. Para decirlo de manera elegante, de un tiempo largo para acá sufro del llamado SEG, más conocido como el Síndrome de Exceso de Gestión. En otras latitudes se conoce también como especialista en problemas de otros y en la cultura popular como un entrometido, un metiche, un fisgón, un indiscreto, un simellamanvoy o simplemente como un lambón, que aunque no es lo mismo, muchos los confunden.
Me pego a un trasteo un sábado a las siete, hago favores que nadie me ha pedido, opino sobre lo que no me han preguntado, digo lo que siento cuando a nadie le interesa, hablo sin que ninguno me haya dado la palabra, doy soluciones que nadie utiliza, juzgo lo que hacen los demás sin tener mayores detalles, especulo sobre situaciones que no conozco en profundidad, aconsejo sin que nadie lo necesite, teorizo y hago elucubraciones huecas y vacías, sugiero, insinúo, advierto, prevengo, aviso, señalo e informo por mi propia cuenta y sin pedir permiso.
Muchos colombianos sufrimos de eso que llaman Exceso de Gestión
Aunque no es consuelo, sé que no estoy solo y que después de la envidia, la caspa, la onicomicosis y el reflujo, ser metido es una de las enfermedades nacionales. Más de la mitad de los problemas que tenemos los colombianos, es por meternos donde no nos han llamado.¿ Cuántos no han terminado “ cascados” por meterse a defender a una mujer que sufre del maltrato de su pareja? ¿Cuántos mediadores terminan crucificados por alguna de las partes o por ambos? ¿Quién no ha padecido un grupo de whatsapp donde le recomiendan por quién votar, qué hacer con su plata, qué religión profesar, qué ejercicio hacer, qué dieta practicar? ¿No tiene usted una tía metida que opina sobre el nombre de sus hijos, la cocina de su esposa o el color de sus paredes?¿No sufre usted con un esposo que intenta decirle qué hacer, qué decir o qué gastar? ¿ No tiene un amigo que sabe de fútbol, de política, de economía, de cocina, de religión, de ciclismo, de relaciones de pareja y lo que no sabe se lo inventa y lo pone a dudar?
Un lambón tiene alma de tapete, un zalamero lame suelas al que no le importa arrastrarse con tal que los otros la pasen bien. Ser entrometido, en cambio, más que una maña, es una filosofía ante la vida, porque a la imprudencia le sumamos la pedantería de creer que sabemos más que los demás y que siempre tenemos la respuesta correcta. Y no. Y por eso nos va como nos va. Si no está seguro que lo que va a decir sea verdad o que sea bueno o que sea necesario, o si es una opinión, mejor no diga nada, no pierda la oportunidad de quedarse callado, aunque después lo acusen de falta de interés o de falta de cariño. Si lo va a decir de todas maneras, prepárese bien para inmolarse porque nadie quiere cerca a un especialista en otros y los metidos siempre seremos fusibles que quemar.
Si le piden un consejo, tenga la seguridad que las personas ya han resuelto qué hacer
En algún momento hay que entender que los demás tienen su libre albedrio y que se equivocan o aciertan por voluntad propia. Aunque tengamos la razón, lo mejor es abstenerse de decir y de hacer, si no nos lo han pedido. De lo contrario terminaremos chamuscados, regañados, enemistados, corregidos y sermoneados. No hay que perder de vista tampoco, que cuando a usted le piden un consejo, la mayoría de las veces, las personas ya tienen resuelto lo que van a hacer y solamente están buscando quien se los valide o lo que es peor, alguien a quien echarle la culpa por si las cosas que ellos mismos decidieron, sale mal.
Por eso, un metido siempre pierde. Bien porque si las cosas salen bien, nunca se lo reconocerán o bien, porque si salen mal, siempre será su culpa. Por eso, lo mejor es dedicarnos a nuestra propia vida porque como dice Banduyo, a todos nos va mejor si cada uno se ocupa de lo suyo.
Ver más en Seré Breve