Hay que empezar por decir que una cosa es opinar sobre el tema de la dosis mínima de drogas siendo adicto, siendo consumidor recreativo o esporádico, teniendo un hijo que consume o incluso siendo dealer como dicen los gomelos o jíbaro como dicen en la calle, que hacerlo sin tener ninguna de estas condiciones. Como decían las mamás, cada quien habla de acuerdo a como le va en la fiesta. El problema tal vez, es que somos muy hipócritas, pacatos, farsantes y embusteros. Y además chambones.
Por ejemplo, muchos estudios confirman que los jóvenes colombianos empiezan a beber a los 12 años en promedio. La mayoría lo hacen en contextos familiares donde a los adultos nos parece muy chistoso que nuestros hijos y sobrinos se tomen los cunchitos de cerveza o que las tías cariñosas les dejen probar un poquito de su Baileys a las niñas juguetonas. El Segundo Estudio de Consumo de Alcohol en Menores de 18 años en Colombia, desarrollado por la Corporación Nuevos Rumbos y apoyado paradójicamente por Bavaria, indica que la edad de inicio es alrededor de los 12 años, donde el 14% de los encuestados iniciaron el consumo de alcohol antes de los 10 años, con una mayor tendencia en hombres (16%) que en mujeres (12%), que Medellín y Tunja, son las ciudades en las que se consume más frecuentemente alcohol, seguidas por Cali y Bucaramanga, que el 31% de los adolescentes encuestados reportó haberse embriagado alguna vez en la vida y que el 66% de los jóvenes considera fácil o muy fácil conseguir alcohol.
A los adultos nos parece muy chistoso que los niños se nos tomen los cunchitos de cerveza.
¿Será entonces que la problemática de alcoholismo en nuestros jóvenes es menos grave que la de marihuana?¿Será que nos hacemos los locos ante el hecho que científicamente está probado que el alcohol es la puerta de entrada a otras drogas menos suaves?¿O será tal vez que el poder de lobby de la industria cervecera y licorera, es tan fuerte que lo mejor es mirar hacia otro lado? Patrañeros y falsarios que somos. Si vamos a regular las adicciones, regulémoslas todas: al celular, a los videojuegos, al sexo, a las mentiras, a las cirugías estéticas, a la vida fitness, al trabajo, al poder, así Uribe se moleste. ¡Cárcel para los veganos, para los fanáticos religiosos, para los ludópatas. ¡Cadena perpetua para Esperanza Gómez y para el concejal de la familia!
Para completar, apenas nos estamos enterando de la forma en que el Gobierno piensa implementar dicha medida: Requisas indiscriminadas en la calle con el único criterio del nivel de malparidez con que amanezca el policía.Hasta ayer ya iban 600 comparendos. Si al uniformado le parece que un joven de pelo largo y pantalones rotos lleva el bolsillo lleno de porros, pues se aguantará su raqueteada.¿ Y las viejitas? ¿Y los calvos?¿ Y los oficinistas?. Seamos serios.Parque de barrio que se respete, tiene a un marihuanero haciendo barras. ¿Y de las fiestas estrato seis donde rueda el perico a borbotones?.¿Las ceremonias con yage y ayahuasca entran en el decreto? No hemos podido controlar a los colados en Transmilenio o las ventas callejeras,¿ vamos a poder ahora controlar a nuestros jibaros? Y si los pescan, ¿vamos a hacer un procedimiento administrativo express para incautar la droga y almacenarla hasta que la persona pruebe que es un adicto certificado? Permítanme dudarlo, más cuando la historia no deja bien parada a la policía en cuanto a honestidad y probidad se refiere.¿Cuanto tiempo falta para que los policías mismos empiecen a montar su propio negocio con la droga incautada? ¿O a cuántos ciudadanos de bien los empapelarán metiéndole un porro entre el bolsillo?
¿No hemos podido controlar los colados en Transmilenio y vamos a poder a controlar ahora a nuestros jíbaros?
El Centro Democrático ganó con justeza y con holgura las pasadas elecciones, con una visión particular del estado y de la vida. Por eso, tal vez, debemos empezar a acostumbrarnos a la consolidación del Gran Hermano, al mejor estilo de la planteada por George Orwell en su novela 1984, donde un gran líder en la sombra, la persona omnipresente trata de controlar todo a través de pantallas colocadas estratégicamente en cada esquina del mundo, en cada casa y calle, como si no tuviéramos nada más en qué pensar. Ya empezamos con la dosis personal, mañana serán las protestas sociales, las relaciones de pareja y la forma en que pensamos…