Es un hecho cierto que nadie nace aprendido y que todos tenemos una curva de aprendizaje llena de pequeños fracasos y de pequeñas contusiones.

Lo que también es cierto  es que cuando nuestra novatada afecta a los demás, debemos actuar con más cautela. Y si se trata de un país, con mayor razón. Lo mínimo que uno esperaría de los recién llegados es que sean humildes, que acepten los consejos, que no posen de sabiondos defendiendo lo indefendible, elaborando argumentos rebuscados para tapar la novatada y que se  rodeen de gente con mayor experiencia, que sepa, no de hienas esperando sacar ventaja,

Bisoños, novatos, inexpertos, noveles, novicios, principiantes y buñuelos. Todo eso y mucho más le cabe a Duque en estos casi primeros seis meses de gobierno, porque una cosa es ser un tipo medianamente hábil  como senador o como funcionario del BID, o ser el ungido por Uribe y otra muy distinta, montarse en un potro indómito, rebelde e indisciplinado como es el Estado colombiano, ya que para eso se necesita mucho más que huevos y ambición, teniendo en cuenta  que hasta  sus propios amigos se han dedicado a bombardearlo desde  el primer día.

Lo mínimo que uno esperaría de los recién llegados es que sean humildes, que acepten los consejos y no posen de sabiondos.

A Duque, como a muchos otros, no le ha tocado fácil. Su sonrisa fingida, sus canas de peluquería y sus buenas intenciones no le han alcanzado para capotear la marejada de un país dividido y fracturado donde como en orgía de perros callejeros no se sabe quién está con quién y lo mejor es caminar con la espalda pegada a la pared. Sus  enemigos no son ni siquiera suyos, porque también son heredados, por lo que resultan muy difíciles de combatir. Para completar, se rodea mal y en medio de su arrogancia, que si es propia,  se declara incapaz de reconocer que la ha embarrado. Así le pasó con sus nombramientos fallidos en el Centro de Memoria Histórica (primero Mario Pacheco y luego Vicente Torrijos), la conocida Claudia Ortiz en la Unidad Nacional de Protección, los cargos diplomáticos de Ubeimar Delgado, Gloriza Ramírez, el hermano de  Paloma Valencia y el mismísimo Juan Pablo Bieri.

Su vicepresidente tampoco ayuda y cada vez que habla la embarra, lo mismo que su Consejero de Paz, su embajador en los Estados Unidos, sus ministros de Hacienda, de Justicia, de Educación y de  Tecnologías de la información, para no hablar del Canciller, que a pesar de estar en la escena política hace muchos años, no da pie con bola. Hoy por hoy no sabe (o tal vez sí y ese es el problema) lo que quiso decir el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton al escribir en su libreta “5.000 troops to Colombia”. El de Defensa es caso aparte, porque dan grima sus explicaciones en torno al absurdo atentado a la escuela de la policía y mucho más con respecto a las muertes de líderes sociales. Como si eso no fuera poco, su gobierno se ha llenado de lambones y lame suelas, que creen que su función en la vida es adular, loar, alabar y enaltecer al Presidente, lo que ayuda poco y nada .

Todo gobierno tiene su corte de lambones y lame suelas.

En estos primeros seis meses, Duque no tiene mucho que mostrar, aparte de un  discutible liderazgo regional en contra del gobierno de Maduro. Su popularidad anda en el piso, sus frases fuera de contexto como esa de los “ padres fundadores” necesitan de explicaciones reforzadas que tuercen la historia para teñirse de verdad. En vez de dedicarse a lo fundamental, se enreda en fruslerías como pedir el Mundial de Fútbol Femenino o la creación de la corte internacional anticorrupción  en la ONU o discutir si  los protocolos sí o los protocolos no, para resolverlo  de la manera más tosca, solicitándole  a Cuba que le entregue a los cabecillas del ELN, sabiendo de antemano la respuesta, porque se necesita ser muy ingenuo para creer que el gobierno de la isla, por más que los Castro ya no estén, se los empaque y se los mande en un guacal. ¿No era más fácil romper el diálogo, levantarse de la mesa y aprovechar la coyuntura de tener al país unido en contra del terrorismo? ¿ O será que su intención era tensar las relaciones diplomáticas con los cubanos para quedar bien con Trump y sus aliados en Miami?

Que cante con sus colegas presidentes, que hable de los siete enanos o de Maluma, que haga veintiuna o que se llene de manillas, es lo de menos. Lo importante es que despierte y se dedique a gobernar porque necesitamos que le vaya bien para ver si un día podemos empezar a respirar.

Sin embargo, al final de todo, queda la duda si se trata de un gobierno inexperto que anda de tumbo en tumbo mientras se acomoda o por el contrario son unos lobos con piel de oveja que tienen claro para dónde van.