En estos tiempos líquidos, donde todo cambia y nada se detiene, escribir parece estar  fuera de moda. Todo es rápido, todo es corto, porque todo pasa por los dedos pero muy poco por el corazón.

Soy de esos bichos raros que nadie entiende porque a nadie explico, un poco vintage, un poco ajado, un poco desilusionado y triste, un poco fuera de esta era porque tal vez soy de esos que nacieron tarde.

Escribir parece estar fuera de moda. Hoy todo es corto y rápido».

No escribo porque crea tener algún talento, sino porque es la única tabla de salvación que aún me queda. Que me lean o no me lean, que me entiendan o no, que les interese o no les interese, que los conmueva o los aburra, son apenas accidentes, pequeñas anécdotas en este proceso diario de evitar encontrarme con la muerte.

Escribir es de las pocas cosas que me hacen feliz, solamente superado por la sonrisa de mis hijas o el amor que aún siento por la persona con la que hasta hace poco despertaba. Escribir me hace libre porque aunque tengo la conciencia tranquila, también tengo el alma en pena.

Escribir es de las pocas cosas que me hacen feliz, solamente superado por la sonrisa de mis hijas».

Escribo porque lo necesito en mi agonía, porque hay cosas que tengo que decir, porque tengo clavos que sacarme, ruinas que tengo que barrer, dolores que gritar, tristezas que borrar, dudas que tengo que chillar, odios que tengo que sentir, amores que tengo que decir y rabias acumuladas que desalojar. Por eso no intento parecerme a nadie, aunque tengo claro que soy tan solo la suma de otros pocos. Soy yo, pero yo soy  mis padres y mis hijas, mis hermanos y mis amigos -pocos pero buenos- las mujeres que he amado- pocas pero inolvidables- los profesores que he tenido, las canciones que he escuchado y los libros que he leído. Soy mis miedos y mis rabias, mis orgasmos y mis risas, mis ‘emputes’ y  mis gozos, mi fe extraviada pero no perdida, mis lágrimas y también mis frustraciones, mis mentiras y verdades, mi malparidez y mi entusiasmo.

Por eso escribo. Tal vez  porque aún guardo la esperanza que en alguna orilla lleguen mis botellitas llenas de palabras y que una mano bondadosa las separe de la escoria.

 

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