Lo primero que diré es que con seguridad yo también tengo rabo de paja, mi guardado, algo que he hecho y he escondido, escudándome en la critica que es la mejor manera de desviar la atención. Dicho esto, diré asimismo que Vicky dijo muchas verdades. Y Hassan, también, porque lo que pasó esta semana en el comentado incidente entre ellos, nos retrata de cuerpo entero como sociedad.
A muchos los ha indignado. A mí en verdad me ha divertido, porque en realidad este incidente no pasó de ser una trifulca entre dos divos que se vieron traicionados por sus egos. Lo triste es que ninguno de estos dos personajes dijo mentiras. Sin embargo, escandalizarse con la abyecta complicidad buena parte del periodismo colombiano con todos los gobiernos – con este y con todos- canjeando opiniones por contratos, viajes y entrevistas, es desconocer nuestra propia historia, y santiguarse con el abuso que los políticos hacen del erario público, es ser ingenuo, porque eso es parte de lo que somos como nación. Lo que no quiere decir, en ningún caso, que esté bien. O que me guste. Ni lo uno, ni lo otro.
Yo también tengo rabo de paja, mi guardado, algo que he hecho y he escondido, escudándome en la critica que es la mejor manera de desviar la atención.
Lo que si me llama la atención es el nivel de hipocresía que estamos (estamos) alcanzando como sociedad. Aquí cada cual se acomoda (mos) en la orilla que mejor le (nos) convenga. Por eso, los enemigos de ayer son los amigos de hoy y viceversa y como dirían los personajes de Chespirito: “ como digo esto, digo lo otro” y “para qué le digo que no, si sí”.
Los colombianos, excepto el técnico de Millonarios y los de la selección, preolímpica, sabemos que la mejor defensa es un buen ataque. Por eso, cuando andamos en malos pasos, solemos tener dos formas de enfrentarlo: uno es acusar al otro de lo mismo que hemos hecho, con lo que creemos estar blindados de que nos ‘pesquen’. La segunda opción es descalificar al que nos reclama, porque cuando nos vemos pillados o confrontados somos poco dados a pedir disculpas y aceptar la equivocación, y nos resulta más fácil atacar al otro. Se parece a esas peleas de pareja donde se sacan los ‘cueros’ al sol cuando uno embiste al otro con cosas que también hace, obviamente pasando por encima ese pequeño detalle. La clave es mostrarse digno y orgulloso para que el otro muerda el anzuelo. “Yo lo hice, pero usted también”. “No se le olvide todo lo que yo hice por usted”. “Yo soy muy respetable”. “Pruébelo”. ”Usted es peor”. Como Vicky. Como Hassan.
Hay mucho indignado con lo de Vicky y Hassan. A mí en verdad me divierte
Somos expertos en atacar a los demás, en lincharlo si es necesario, en juzgar y en agredir, en calificar, difamar, denigrar, deshonrar, injuriar y ofender a los otros, sin importar que con lo mismo que atacamos es lo mismo con lo que solemos pasar el tiempo libre. También nos encanta guardarnos cositas, almacenar rabias, esconder guardados para sacarlos en el momento en que mejor nos convenga. Como Vicky. Como Hassan.
En realidad, ellos dos no son tan importantes como para que el país se desangre por sus gritos y sus frases disonantes. Duque y los que vengan seguirán al pie de la letra la frase célebre de Darío Echandía de “El poder para qué” y muchos de nosotros seguiremos acumulando miserias y desdichas de los otros para gritárselas en la cara, mientras las nuestras asoman las orejas a través de los remiendos que llevamos. Empezando por mi.
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