En Colombia, para que una persona se torne incompetente, lo único que necesita es que se vuelva funcionario. Es tal vez la muestra clara de que Rosseau tenía razón: “El hombre nace bueno, pero la sociedad lo corrompe”.

Un funcionario es una mezcla rara de un troglodita con un cafre, que aunque se parecen, no son lo mismo. Un cafre es alguien que goza con el dolor ajeno, un sacaventaja, un abusivo, despótico, atrevido y además, hipócrita. Un troglodita, en cambio, es ante todo un solitario, casi un ermitaño, terco, frentero, áspero que dice la verdad (su verdad, por supuesto) sin miramientos.

Un funcionario es una mezcla extraña entre un troglodita y un cafre.

Cafre puede ser cualquiera. Troglodita ,es una forma de ser. En Colombia, por ejemplo, los cafres se dan silvestres, crecen en cualquier parte como las uchuvas y los ladrones. Y además, es algo que se hereda. Es difícil que un cafre no tenga un ‘cafrecito’, de esos que empujan a los otros niños en el jardín y le jalan el pelo a las pecosas. Los trogloditas por su parte, se van haciendo de a poquitos: un poco de desamor por acá, lectura solitaria por allá, matoneo colegial, pocas novias y sobre todo, una personalidad a toda prueba.

Otra diferencia que hay que hacer, es entre el funcionario de empresa oficial al funcionario de empresa privada. El primero es consciente que su puesto es temporal, porque ahí no vale ni el conocimiento ni la sabiduría sino el nivel de influencia y de palanca que pueda tener. Por eso, sabe que debe aprovechar su cuarto de hora para decir, para hacer, para hacerse célebre. El funcionario de empresa privada se goza ese momento y su actitud depende de su biorritmo: si está en las buenas, es amable, querido, afable, cordial y simpático. Si está en las malas, hace valer el poder que le da su metro cuadrado y eso opera desde celador hasta presidente ejecutivo.

Un funcionario siente la imperiosa necesidad de hacerse célebre, no importa cómo.

Un funcionario se caracteriza por la necesidad casi orgásmica que tiene de volverse famoso y por eso, las declaraciones tontas y abusivas son lo suyo. En estos tiempos de redes sociales, entre más ‘likes’ consiga, entre más tendencia se vuelva, mejor, sin importar la forma, porque confía plenamente en nuestra mala memoria, porque exfuncionario de alto rango, despedido o renunciado que se respete tiene carta blanca para ser contratado como analista de medios, director de ONG o funcionario del Banco Mundial. Desde allí, pontifican sobre lo divino y sobre lo humano y critican sin piedad a los que hacen o no hacen lo que ellos nunca hicieron. Igual nos pasa a los que nunca hemos sido funcionarios, que en charlas de café vemos todo fácil, sabemos la solución del coronavirus, el alza del dólar, el ataque de la Selección Colombia y hasta el rating del Canal RCN. Hasta que nos nombran, que es cuando nos llenamos de disculpas, porque uno solamente da consejos que nunca usa.

Un funcionario no tiene que demostrar nada de lo que dice porque sabe y tiene claro que mañana algún colega dirá algo más vergonzoso y que produzca más piquiña. Una reunión de exfuncionarios es una tertulia donde siempre hay un amigo que tiene una anécdota mejor. Por eso, no es que todos los funcionarios sean un fiasco. Hay otros que son peores…

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