Patria es de esos conceptos que lo pueden todo, pero que al final, de tanto usarlos, pierden su sentido y terminan por no significar nada. De pequeño, cuando me decían patria, me era indiferente porque era sinónimo de izada de bandera, algo muy lejano a mi, porque, que yo recuerde, las únicas veces que me pasaban al frente era cuando mi papá se atrasaba con el pago de la pensión o porque debían averiguar quién había incitado la guerra de tizas.

Luego, el concepto se me volvió algo etéreo, gaseoso, volátil, impalpable, casi insignificante. Sin embargo, a comienzos de este siglo, reapareció por obra y gracia de Álvaro Uribe, quien se encargó de darle lustre y sacarle brillo, no tanto para rendirle honores, sino para  exprimirle el jugo.

Patria es de esos conceptos que lo pueden todo, pero que al final, de tanto usarlos, pierden su sentido y terminan por no significar nada

Uribe convirtió el uso de la patria en un slogan para enardecer multitudes, para movilizar un país mamado de los atropellos de la guerrilla. Y en gran parte lo logró, al mejor estilo de Robespierre en la Revolución Francesa cuando propuso un nuevo orden de cosas construido sobre el principio de la virtud, “que no es otra cosa que el amor a la patria y a sus leyes”. De hecho a Robespierre, apodado “el incorruptible”, se le atribuyen  frases como “para amar la justicia y la igualdad le es suficiente con amarse a sí mismo” o “la virtud sin el terror es impotente porque el terror no es otra cosa que la justicia pronta, severa, inflexible”Hummm.

Por eso hoy, cuando uno lee de los falsos positivos, de las tropelías y abusos de autoridad de los “soldados de la patria” o del descaro y corrupción de “los padres de la patria” no deja de ser un sin sentido, un espasmo contrafáctico de un universo que tuvo todo para ser y nunca fue.

Uribe volvió a poner de moda el concepto patria, no para rendirle honores sino para exprimirle el jugo

Que se defina patria desde su origen latín como la tierra natal o adoptiva que está ligada a una persona por vínculos afectivos, jurídicos y/o históricos, está bien, pero pretender que sea un concepto que nos une está muy lejos de la realidad, porque hasta propuestas de volvernos un estado federal han vuelto a aparecer. La patria tampoco es la selección Colombia, que por mucho que emocione no deja de ser una empresa privada, ni los soldados que se mueren en la guerra, ni James en las poquísimas veces que juega, ni Shakira, ni Nairo, ni Egan, ni Epa Colombia, ni la Liendra, que por más que ganen, no hacen patria, como dicen en ‘La Red’.

Tal vez el problema sea ese: encontrar lo que nos una, que con seguridad no son nuestros políticos, ni nuestros desfiles militares, ni nuestra habilidad para la trampa, ni un pedazo de bandera, ni el aguardiente de caña, ni el anís de las montañas, ni mucho menos, el himno nacional.

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