Los pisapasito

El mundo se divide entre fantoches y pisapasito. Los unos gritan y los otros, joden. De los primeros hablamos cada rato, porque son tan sutiles como dos elefantes intentando meterse en un carro de dos puertas. Son burdos, ordinarios y bulliciosos. Hacen del ruido la razón de su existencia y por eso se detectan fácil, por lo que a la larga, uno sabe a qué atenerse.

Los pisapasito, en cambio, son tenues y ligeros. Su éxito es no dejarse notar, es no dejarse ver, es no dejarse distinguir. Son los reyes del camuflaje y no les importa pasar por tontos o, incluso, por insignificantes. Ellos saben que al final de los días se llevarán el premio mayor.

El mundo se divide entre fantoches y pisapasito. Los unos gritan y los otros, joden

Soportan con estoicismo las burlas, los chistes, la invisibilidad y el menosprecio, bien porque saben que los demás tienen razón o bien porque todo eso hace parte de su plan, porque el pisapasito no es que sea tímido o menguado, sino que es un estratega. No importa que les digan títeres, tontos, atenidos, monigotes o incompetentes, porque songo sorongo y apoyados en su cara de dormidos, al final se salen con la suya.

No nos metamos mentiras: es preferible lidiar con un fantoche porque no son más que humo a los que simplemente se soporta. Con los pisapasito, en cambio, uno se confía porque cree que no son capaces de urdir un plan y que lo suyo es mera incompetencia, y cuando menos nos damos cuenta ya los tenemos montados en la espalda.

Con los pisapasito uno se confía y cuando menos nos damos cuenta los tenemos montados en la espalda

Un pisapasito empoderado es capaz de adueñarse de un país y de manipular un estado a su favor. Mientras los demás nos divertimos a costillas suyas, él nos está haciendo la fiesta, sin que siquiera lo intuyamos.

Cuando se siente descubierto, termina siendo un fantoche que sale del closet, con las mismas mañas y manías que aquel que lo es de nacimiento. Con unos estamos jodidos y con los otros, también.