Errores comentemos todos, pero a veces lo que verdaderamente destruye es el tiempo que dejamos pasar sin pedir perdón, porque creemos que el tiempo lo cura todo, que la reparación llega con los años, que el olvido sana lo que duele. Los que creemos en Dios pensamos que es suficiente con decirle a Él que nos perdone, que nos absuelva o que nos indulte -que está bien para la fe- pero no alcanza, porque las personas necesitan un alivio, un paliativo y una palabra que reconozca el daño hecho.
Lo que verdaderamente destruye es el tiempo que dejamos pasar sin pedir perdón, porque creemos que el tiempo lo cura todo.
Hacia afuera podemos decir y patalear, pero en el fondo todos sabemos cuándo nos hemos equivocado, cuándo hemos hecho algo que en sentido contrario nos hubiera fastidiado. Y nos llenamos de razones y de excusas, construimos argumentos para sentirnos bien, para estar en tensa calma, para poder levantarnos cada día con carita de no fuimos, pero en el espejo, mientras nos lavamos los dientes, mientras nos afeitamos o nos miramos las arrugas, nos enfrentamos con los únicos a los que no podemos decirle una mentira: nosotros mismos. Nos gustan los perdones genéricos: perdón por todo lo que hicimos, que es otra forma de no pedir perdón por nada. Nos refugiamos en el todo para no reconocer, para no aceptar y para tratar de vivir en paz con nosotros mismos. Pero no basta, no sirve, no vale. El perdón debe ser específico, lo mismo que lo fue la ofensa.
Nos gustan los perdones genéricos: perdón por todo lo que hicimos, que es otra forma de no pedir perdón por nada.
Perdón sin arrepentimiento es puro eslogan, pura pose y puro marketing que, como los ibuprofenos que dan en la EPS, no sirven para nada, son placebo, palabras vacías que siempre se las lleva el viento porque las personas son ingenuas, pero no tontas y, en el fondo, todos saben reconocer la sinceridad cuando es real. La gente necesita seguir viviendo. No se trata de ser amigos o de volver a ser familia, sino de estar tranquilos. Cada cual se resuelve como puede o como quiere, pero a veces esa gota de perdón ayuda y calma bien la sed. Las goteras no se reparan solas, si acaso dejan de escurrir por la mugre o por la paja, pero algún día terminan por podrirse y es, entonces, cuando ya no hay tiempo de llorar.
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