En tiempos de indisolubilidad y nuevos casamientos, la informática parece haber hallado su media naranja. Para nadie es un secreto que la metodología más empleada por los colombianos para entender y aprender a usar algún objeto, sea un carro, una moto, un electrodoméstico o un computador es el famoso cacharreo, en contravía de los mínimos estándares mundiales asociados con el aprendizaje y buen uso de las herramientas que a diario requerimos para vivir.
La fiebre por tener y usar aparatos de última tecnología es más vieja de lo que parece. Desde las primitivas lavadoras hasta las tabletas de reciente lanzamiento, todos decimos necesitar alguno de los artefactos que llegan a las vitrinas y atraen toda nuestra atención. Sin embargo,  y más allá de si realmente me hace falta un objeto, o lo compro por novedad, la curva de aprendizaje se vuelve cada vez más corta, siempre y cuando existan bases firmes que propicien los procesos de apropiación de las nuevas tecnologías y la lógica necesaria para utilizar, con intuición y acierto, cada nuevo  juguete que llega a nuestras manos.
Me gusta recordar la historia de Jaimito, el Cartero, el afable personaje de la serie del Chavo del Ocho que siempre andaba evitando la fatiga. Recuerdo las imágenes en las que aparecía caminando con su bicicleta tomada de una mano, buscando dónde ubicarla para subir a casa y descansar del duro trabajo del día. Hace apenas unos meses pude confirmar que Jaimito nunca aprendió a montar en bicicleta, y por eso se la pasaba tan cansado, pues en lugar de andar en cicla él caminaba junto a ella, desperdiciando un recurso valioso y encartándose diariamente con un objeto que en lugar de facilitarle la vida, se la complicaba.
Así asumimos los procesos de apropiación y uso de las tecnologías en nuestra vida cotidiana. Las empresas, de todos los tamaños, invierten grandes cantidades de dinero en licenciamiento de software, en tecnologías para la productividad y, como es de esperarse, también invierten dinero en formación. No obstante, nuestra tendencia natural al cacharreo causa un desfase inmenso entre lo que deberíamos aprender y lo que realmente obtenemos, lo que justifica nuestros bajos niveles de aprendizaje y elevados índices de improvisación.
En función de la supuesta experticia, de la experiencia que nos rodea por haber cursado un par de materias en el colegio o la universidad, asociadas a la informática básica, descuidamos el valor de lo primario, lo básico  fundamental, para darle sustento a todas las demás adquisiciones de conocimiento que nos llegan en el camino de la vida. Las competencias informáticas básicas marcan la diferencia entre las economías desarrolladas y las emergentes, entre las empresas productivas y las que retrasan el retorno de sus inversiones porque, simplemente, nunca fundamos nuestros procesos de uso y apropiación de las tecnologías sobre bases firmes y resistentes, respaldadas por estándares globales, sino que seguimos parados sobre las arenas movedizas de nuestro cacharreo, de nuestra construcción empírica de la realidad.
Este espacio está destinado para dichas reflexiones, exponer números basados en investigaciones globales y en estadísticas confiables; experiencias de inclusión digital, productividad y competitividad empresarial con referentes globales que nos permitan expresar con solidez, afecto y esperanza muchas ideas relativas al avance de las TIC en la vida diaria, de la mano de quienes construyen, lideran y transforman realidades globales con respaldo de indicadores globalmente construidos, validados y aceptados. Los invitamos a seguir conociendo los beneficios y casos de éxito que han cambiado miles de vidas en el contexto internacional, al certificar sus competencias TIC bajo estándares internacionales con la ECDL Foundation.
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