Solo quedan recuerdos de ese tal Lionel Messi que convirtió su primer gol en el Barcelona. Aquel día, un 1 de mayo de 2005 en un partido contra el Albacete, el argentino recibió un pase alto de Ronaldinho y definió por encima de un arquero que salía indefenso.
Por esa época, Messi era extremo derecho, y gozaba de una virtud para regatear jugadores rara vez vista y de una puntería al disparar que sorprendía para su corta edad. Pero el talentoso joven, con el número 30 en su espalda, no era sino una pequeña muestra de lo que es hoy el señor con barba con el mítico número 10 a su revés. El rosarino ha evolucionado en todo aspecto y Luis Enrique, director técnico del Barcelona, parece haber encontrado una fórmula casi ideal para explotar al máximo esa evolución.
Para entenderlo es necesario conocer el juego de Messi desde sus inicios como profesional. Frank Rijkaard, el entrenador que lo hizo debutar con el primer equipo del Barça, le encomendó la tarea de quedarse en la banda y hacer diagonales hacia el centro para definir en el área. Sus primeros tres goles al Real Madrid, en un clásico de 2007, son un ejemplo claro de su rol en aquel Barcelona. En el primer y segundo gol Messi recibió el balón en la parte derecha del área y definió, como un fantasma y sin nadie cubriéndolo. El tercer gol salió también de un balón que el argentino recibió en el lado derecho, pero que definió en la parte izquierda después de hacer una diagonal y dejar tres jugadores atrás. Desde temprana edad era una garantía de gol, pero no tenía un rol protagonista en el centro del campo.
Con Pep Guardiola como nuevo técnico hubo un cambio en el rol de Messi que sería crucial, no solo en el juego del equipo, sino también en el concepto del delantero moderno. El “falso 9”, como nombraron a la posición que Guardiola creó especialmente para Lionel, consistía en poner al argentino en el centro de la delantera, pero participando activamente con los mediocampistas en la creación y entrando al área para rematar. El rol tenía dos objetivos: que el Barcelona tuviera más jugadores en el centro del campo que el rival y que los defensas se confundieran con el constante movimiento del ya entonces 10 del Barça. La fórmula innovadora (emulada por los técnicos posteriores, Tito Vilanova y Gerardo Martino) permitió que el equipo catalán ganara 16 títulos en 6 años y convirtió a Messi en un jugador más activo, no solo por sus goles (90 en el 2012), sino también por su influencia a la hora de crear las jugadas en el segundo tercio del campo.
Pero después de ese tiempo fue necesario renovar el funcionamiento del equipo y el de Lionel. Desde la llegada del entrenador Luis Enrique y la contratación del delantero Luis Suárez, Messi ha vuelto a la banda derecha, pero sin perder el rol de creador de juego inculcado por Guardiola. Del 2014 y hasta el día de hoy, Messi ha paseado constantemente entre el medio campo (intercambiando permanentemente con el centrocampista de turno) y su banda derecha. Esta genialidad de Luis Enrique genera dos ventajas en el juego. La primera es aprovechar el talento nato de regateador y rematador del argentino sin perder su habilidad adquirida en los últimos años para crear jugadas desde atrás. La segunda, la más importante en mi opinión, es no condenar a Messi a una sola posición, donde el rival puede atraparlo con un marcaje asfixiante. El equipo que lo marca con el lateral izquierdo lo pierde cuando se va al centro, el que lo marca con el mediocampista defensivo lo pierde cuando se va a la banda y el que lo marca con ambos deja espacios. Al 5 veces Balón de Oro ya es difícil marcarlo quieto, pero, con la idea que plantea Luis Enrique, marcarlo en movimiento se vuelve todo un reto solamente a la altura de los grandes estrategas.
Vale la pena aclarar: el Barcelona es más que Lionel Messi. Hay grandes jugadores y entrenadores que han compartido la gloria con el argentino. Este jugador ha crecido, en gran parte, gracias a sus técnicos. Posiblemente esa es la razón por la que no ha ganado un torneo con Argentina que, sin contar el Mundial 2014, nunca ha gozado de un juego ingenioso que explote las capacidades del rosarino. En todo caso, Lionel Andrés Messi es un ejemplo del avance constante de la táctica del fútbol y de cómo combinar talento con aprendizaje. Tengo la teoría de que cada día más veremos a un creador de jugadas, a un 10 total de esos que escasean en el fútbol moderno, y menos a un delantero. Eso está por verse.