Ya lo dije hace poco más de un mes: José Nestor Pékerman debía encontrar una solución a la escasez de gol de la Selección Colombia antes del partido de hoy contra Bolivia. En la rueda de prensa de ayer dejó entender que había hecho la tarea. La mayoría de sus intervenciones estuvieron centradas en la siguiente idea: Colombia debe manejar los partidos con más tranquilidad. Comparto plenamente esa conclusión. Es, además, acertada su convocatoria, diferente a las anteriores al estar basada más en la experiencia que en la juventud.
El problema no está en el esquema. El conjunto cafetero, desde que lo dirige Pékerman, ha sabido jugar con un 4-4-2, 4-2-2-2, 4-2-3-1 e incluso 4-3-3. Fue sabio el técnico de Colombia cuando le explicó a los periodistas que acumular más hombres en el ataque no va a garantizar más goles y que, en cuanto a variantes tácticas, “hay muchas alternativas”. Lo importante, dijo inteligentemente el argentino, es poner hoy a jugadores que “piensen el partido” y sepan manejar el juego con precisión. La Selección no depende de un único estilo de juego, salir al campo con uno o dos delanteros no va a cambiar nada si el equipo juega afanado y descontrolado.
James Rodríguez es el primer jugador que debe entender eso. Desde que se fue Mario Yepes, hace falta un capitán que tenga la capacidad de manejar los nervios del equipo. Si el cucuteño logra mantenerse calmado y con cabeza fría, entonces podrá, no solo hacer magia con sus pies, sino también repartir seguridad a sus compañeros. Él es el mejor jugador y el líder de este equipo, así que debe ser capaz de pedir tranquilidad cuando sus liderados no la tengan. La mentalidad es la apuesta de Pékerman, y si el capitán no puede ejecutarla, si no hay nadie que mueva eso dentro del campo, entonces no vale de nada.
En todo caso el madridista no está solo. Como dije antes, esta Selección Colombia se caracteriza por la experiencia. Varios habituales de la eliminatoria pasada, como Pablo Armero y Cristian Zapata, vuelven a coger ritmo. Ellos llegan para apadrinar y manejar la presión, inevitable en partidos como el de hoy. El lateral izquierdo puede no tener el nivel de hace cuatro años y haber cometido errores extradeportivos (de los que no hablaré en este espacio), pero la intención de Pékerman es que el tumaqueño traiga, aparte de buen fútbol, alegría y calma a la concentración. El central del AC Milán, por otro lado, puede dar seguridad a una zaga central joven (Oscar Murillo y Yerry Mina) que, por mucho talento que tenga, suele cometer bastantes errores. La sabiduría de este par de mundialistas permitirá ver a un equipo menos nervioso en los momentos de presión y generará claridad en el juego.
Por lo menos en los papeles, la idea de Pékerman es buena, pero es necesario que lo teórico se vuelva práctico. Para eso, el equipo que salga a enfrentar a Bolivia debe reflejar la idea del técnico y mantener la tranquilidad. Bien hace el español Xavi Hernández cuando mira a sus compañeros, en el minuto 90 y con el marcador empatado, y mueve las manos de arriba abajo en señal de calma. Ante todo, este es un juego mental. De nada sirve un buen físico si la cabeza no sabe cómo usarlo. Sobre todo, hoy vale recordar la frase que tanto le atribuyen a Napoleón: “Vístame despacio, que voy de afán”.