Ayer jugaron los dos finalistas de la Champions League. El Real Madrid disputó su partido pendiente de visitante contra el Real Club Celta de Vigo y lo derrotó 1-4. Más al suroriente, en Roma, la Juventus de Turín ganó la final de la Coppa Italia 2-0 a la Società Sportiva Lazio. Aunque ambos consiguieron la victoria, las sensaciones que cada uno deja son diferentes. La Juventus muestra fuerza, seguridad y solvencia en su juego, mientras que el Madrid, como en la mayoría de su temporada, parece sobrevivir a sus falencias con demasiada suerte y con maquillados resultados.
No me malinterpreten, el equipo merengue merece ser finalista. Ningún equipo de los que enfrentó en la segunda ronda de la Champions logró explotar las debilidades tácticas de Zinedine Zidane y eso los hace justos aspirantes. A lo que me refiero es que su mérito no viene de un trabajo estratégico avanzado o de una estructura inquebrantable. El punto fuerte del Madrid es, sin duda, que es la mejor plantilla del mundo y es efectivo en la ofensiva. No existe otro equipo en el que haya, no una, sino dos alineaciones de primer nivel. Pero su gran ventaja deja de alegrar al hincha si se voltea la moneda. Da miedo enfrentarse a una estructura táctica de tan alto nivel (eso sin mencionar su gran plantilla) como la de la Juventus y no tener otra arma que la jerarquía individual de tus jugadores.
Las cartas sobre la mesa. El Real lleva 63 partidos marcando, tiene al Ballon d’Or Cristiano Ronaldo (que también es The Best), cuenta con el mejor defensa-delantero del mundo, don Sergio Ramos, y ha logrado demostrar que, para ganarle, hace falta una buena distancia de goles en los últimos minutos. Pero enfrente a los de Chamartín está la mejor defensa de la temporada, el mejor arquero del mundo (y posiblemente de la historia), y un sistema que funciona independientemente de la formación que se use (sea 4-3-3, 4-2-2, 4-2-3-1 o 3-4-3). La gran virtud blanca, como ya dije, es su efectividad para marcar, pero la Juventus se presenta como gran candidato a neutralizar esa situación.
La pregunta ahora es: ¿puede el Real Madrid derrumbar las murallas del fuerte italiano? Los turineses tienen una organización solo comparable a la del Chelsea en Inglaterra (incluso mayor). La Lazio sufrió ayer de un diluvio de ataques letales, desde todos los flancos y sin defensa posible. El Real Madrid, en cambio, demostró contra el Celta (en el último partido y en la Copa del Rey) que no tiene como frenar a un equipo ágil y que lo ataque constantemente. Si el Celta no se fue ganando ayer 3-1 al descanso fue porque no quiso, porque le quedó grande definir y porque Raphael Varane y Marcelo (a diferencia de los opacos Ramos, Carlos Casemiro y Danilo da Silva) se mataron en la cancha para que los de Vigo no culminaran bien las jugadas. No todos los rivales son así, no todos van a cansarse al minuto 70 para que el Real maquille un partido ajustado y sufrido como una goleada, sobre todo no la Juventus de Massimiliano Allegri.
Así que, por lo menos en la pizarra (en esa poco confiable pizarra) la Juventus es favorita. Los hinchas del Real podrán aferrarse, con toda la razón, a la flor de Zidane. Siempre he creído que un trofeo como la Champions, al igual que la Copa Mundial, es un galardón que debería ganar aquel conjunto que sea capaz de sobresalir, de marcar pautas y doctrina de juego. Así vi yo al Madrid de Carlo Ancelotti, como un conjunto con propuestas auténticas y nuevas. La Juventus es eso, el Real de Zidane no. Veremos que sucede en Cardiff. Después de todo, esto es fútbol, esto es la Champions, y es el Real Madrid.