Es interesante leer sobre el camino del Deportivo Alavés para llegar a su cita en el Vicente Calderón contra el FC Barcelona por la final de la Copa del Rey. Ya había jugado una final en 2001. La competencia fue la Copa UEFA (hoy Europa League), el escenario fue Dortmund y el rival fue el Liverpool FC. La contienda se definió a favor de los ingleses 5-4 con un autogol de oro. Desde ese día, el Alavés pasó por hasta tres divisiones, una crisis económica y varios milagros. Esta semana, poco más de 16 años después de la noche en Alemania, el Albiazul juega su segunda final, ahora con Mauricio Pellegrino al mando. El Alavés ya jugó dos partidos contra el Barça esta temporada. Ganó sorpresivamente en el Camp Nou 1-2, pero perdió por 0-6 en Mendizorroza. ¿Qué debe tener en cuenta para su partido contra los catalanes?

Primero, la concentración tiene que ser impecable. En el partido que terminó 0-6 para el Barcelona, por lo menos tres goles llegaron por culpa de despistes del Alavés. Cuando hablamos de un club como el catalán, hablamos de jugadores con un ojo que detecta (y castiga) el hueco más pequeño en una defensa rival. Una desconcentración en una entrada, una falta, un tiro de esquina, o en la jugada aparentemente rutinaria puede costarles la Copa. Es importante entender esto antes que nada, pues ninguna táctica sirve si el técnico no consigue que todos y cada uno de los jugadores salgan con la mente bien concentrada.

Tanto en la victoria como en la derrota contra el equipo de Luis Enrique, los de Vitoria usaron el mismo planteamiento: agruparse en el área para defender y esperaba un balón largo con un buen destinatario para atacar. ¿Por qué el resultado fue diferente en el segundo encuentro? En el Camp Nou, el Barcelona salió con un equipo lleno de suplentes y jugadores recién contratados. Los culés se notaron poco fluidos en la construcción de juego y errados a la hora de defender. Sin embargo, Neymar y compañía contaron con más de 5 oportunidades claras para anotar. Sin quitarle méritos al combinado vasco, los catalanes perdieron el partido por ineficaces y desconcentrados. Lo demostraron en el partido de vuelta, con un equipo mucho más fluido y cómodo, anotando seis goles al mismo Alavés de la ida. Eso sí, en ambos partidos quedó demostrado que guardarse atrás no va a evitar que un Barcelona en plena forma les anote goles.

Eso significa que los dirigidos por Pellegrino deberán defender más arriba y salir de la cueva. Eso no significa que deban presionar y correr como locos por todo el campo. Pocos equipos son capaces de disputar la posesión al Barcelona, ni siquiera equipos que, al igual que los blaugranas, viven de jugar así. Alavés no es uno de ellos. Incluso el Sevilla de Jorge Sampaoli pagó los platos rotos al intentar semejante osadía, pues solo aguanto el ritmo de Luis Enrique por poco más de media hora en los dos partidos que disputaron y que terminaron 1-2 y 3-0 a favor del Barça. Este es un partido que puede llegar a durar 120 minutos y nadie aguanta tanto tiempo detrás del tiki-taka culé. La mejor forma de jugarle a este Barcelona (lo demostraron Juventus, PSG y el Málaga) es cederle la pelota pero sin dejarlo llegar al área. Eso se hace desactivando las conexiones que tienen Lionel Messi, Luis Suárez y Neymar Jr con el resto del equipo. Que tengan el balón, pero nada de dejarlos pasear por la media luna del área muy seguido. Más fácil decirlo que lograrlo.

No cometer errores, mantener a tres atacantes élite fuera de su zona y, encima, tratar de igual a igual a un rival que tiene una plantilla claramente superior, no es trabajo para cualquiera. Pero esa es la gracia ¿no? Si quiere ganar la Copa del Rey, el Alavés deberá estar a la altura de lo que pide una cita como esta. Esto no es La Liga, aquí no hay próximo fin de semana. El Vicente Calderón (que acoge su último partido) no le entregara el trofeo a quién no haga todo para merecerlo. Alavés, bienvenido otra vez, esto es una final.