El fútbol moderno ha ido eliminando la posición del ’10 clásico’. Pirlo es de los últimos buenos ejemplares.
En los últimos 20 años, cuesta encontrar un jugador en el medio campo tan completo como Andrea Pirlo. Claro, hay quienes hicieron mejores pases, quienes dispararon mejor y quienes recuperaron mejor, pero nadie hizo todo junto como el italiano. A diferencia de muchos otros, Pirlo no tuvo época dorada, sino que fue oro puro desde que el Inter lo cedió a la Brescia al final del siglo pasado hasta su retirada en New York City. Hoy, con esta eminencia retirada, vale la pena dejar claro por qué fue un jugador único. Al igual que los equipos que hizo jugar, dejó lecciones de fútbol.
Sus pases, por ejemplo, parecían dibujados por Leonardo Da Vinci y demostraron que el secreto de un buen mediocampista no está solo en hacer buenas asistencias, sino en saber cuándo y cómo. Hoy en día, hay mucho joven afanado por fabricar conexiones inolvidables tras cada balón que toca. Pirlo no era así como jugador. Podía pasarse un partido entero haciendo pases simples, básicos, pero porque él consideraba que eso ameritaba el partido. De repente, cuando solo él veía el espacio, cortaba con bisturí la defensa y mandaba el balón hacia el delantero, que recibiera justo donde la necesitaba y remataba a placer. Por eso no necesitaba ser rápido. Cuando un jugador tiene la capacidad de hacer correr el balón como toca y a donde toca, no necesita correr él. La semifinal contra Alemania en la Eurocopa de 2012 es el ejemplo de lo que era como pasador.
No se limitó a eso. Hoy en día es frecuente ver a Toni Kroos anotar goles que son pases a la red. Son disparos veloces, pero no por eso imprecisos. Así eran también la mayoría de los tantos del italiano, ya fuera de tiro libre o en jugada. Solía disparar entre la medialuna y los 30 metros, por lo que era imposible anularlo solo cortando las líneas de pase. Hay un partido en el Mundial de Alemania 2006 contra Ghana en el que, tras un tiro de esquina cobrado en corto, Pirlo recibió el balón fuera del área, disparó y anotó. Lo increíble del tanto no fue la genialidad para quedar desmarcado y disparar a placer, sino que el balón atravesó cerca de 14 jugadores y se coló en el segundo palo. En la repetición es posible ver cómo, entre Pirlo y el arco, había una muralla de jugadores que no dejaba ver bien al italiano. A pesar de eso, Andrea puso la pelota en la red como si de un 1 contra 1 se tratara. Un disparo del ‘Metronomo’, como lo apodaron en Italia, era letal.
Sabiendo todo esto, es lamentable no haberlo visto levantar una Eurocopa con su selección. Claro, es campeón Mundial, algo que Lionel Messi no ha conseguido aún y Johan Cruyff nunca logró. Sin embargo, ese trofeo, sumado al Ballon d’Or que recibió Fabio Cannavaro en 2006 y que, en mi opinión, debió recibir Pirlo, hace parte de aquello que mereció y no logró. Si el fútbol le debe un mundial a Messi, también le debe más premios a Andrea. Pero el deporte es así y no todo el que merece obtiene.
Tras su último partido con el New York City, club al que llegó para cerrar su carrera de forma triunfal y tranquila, solo queda preguntarse si habrá otro como él. Claro, de los armadores puros, esos que llaman ’10 clásico’, solo queda Xavi Hernández. Con cada temporada que pasa, queda confirmada la teoría de que el fútbol se ha vuelto tan veloz y físico, que nadie se atreve a formar jugadores como el italiano. Si un mediocampista es bueno disparando, entonces es media punta y, si es bueno recuperando, entonces es pívot defensivo. No hay espacio ya para un todero que sea un maestro del pase, dominador de la recuperación y rematador ejemplar como Pirlo. Luca Modrić y Toni Kroos se acercan, pero el sistema del Real Madrid les impide manejar el ritmo, marcado por los delanteros y laterales. Tras la ida de un grande como el ‘Metronomo’, se acerca también la extinción de la posición de armador.