Aunque la final fue muy pareja, Millonarios sacó puntos ee diferencia sobre Santa Fe al concretar el partido cuando tuvo la oportunidad.
Los dos partidos de la final del segundo semestre de la Liga Águila, en los que se enfrentaron Millonarios y Santa Fe, estuvieron a la altura de las expectativas. No solo porque en ellos se enfrentaron dos equipos con méritos para levantar el trofeo, sino porque el destino del torneo fue incierto hasta que el árbitro Wilmar Roldán decretó el final del segundo encuentro. Al sonar el silbato, los Embajadores se coronaron campeones y pusieron la estrella 15 en su escudo. Casi una semana después, vale la pena rescatar las razones por las que, en una serie tan igualada, el campeón fue azul y no rojo.
Desde el punto de vista táctico, la final enfrentaba a dos equipos con filosofías parecidas. Los dos grandes de Bogotá jugaron el torneo en su propio campo, esperando al rival y matando el partido con un juego directo. Por esa razón, partía con ventaja aquel equipo que pudiera mutar su estrategia y proponer un juego más ofensivo sin caer en errores que el rival pudiera aprovechar. Ese fue Millonarios. Mientras tuvo que buscar el gol, lo buscó y atacó. En principio, Santa Fe estuvo tranquilo con la decisión de su rival, pues los cardenales son expertos en derrotar equipos ofensivos. Sin embargo, Miguel Russo (entrenador azul) no descuidó a los atacantes rivales y, mientras atacaba, referenció a todos los rojos que esperaban el contraataque. Como consecuencia, Santa Fe quedó ahogado, sin salida y Millonarios encontró premio a su disciplina con un gol a balón parado, que nació tras la insistencia embajadora por perforar el área rival. Después de la anotación y hasta el gol de Santa Fe en el segundo partido, Millos volvió a su hábitat natural y obligó a su rival a atacar.
Por eso, más allá de ganar el duelo táctico, Russo y sus dirigidos ganaron la final porque lograron incomodar a su rival en casi todas las facetas de la serie. Santa Fe estuvo en dos situaciones: ahogado en su área u obligado a atacar como no sabe hacerlo. Ni siquiera la entrada de Omar Pérez en ambos partidos fue suficiente como para desarmar la estrategia azul. Solo durante el primer tiempo del segundo partido y desde el minuto 70 hasta su segundo gol pudo ocasionar peligro con balones aéreos y contrataques. Pero no fue inteligente ni se sintió cómodo, porque en las pocas que tuvo (una clara al final de la primera parte) se enredó solo y tomó malas decisiones. Santa Fe tuvo fue un digno finalista, y hubiera sido digno campeón si no hubiera desaprovechado esas ventanas de debilidad que mostró el embajador.
Ahí está, de pronto, el factor más importante. Millonarios hizo un enorme juego táctico y calmó a un león muy poderoso y, encima, supo aprovechar ventanas y recuperarse de los dos golpes que Santa Fe consiguió conectar. Tras un primer tiempo en jaque, en el que era cuestión de tiempo antes de que Millonarios encajara el segundo gol y la serie se pusiera a favor de los cardenales, el cuadro azul entró al segundo tiempo con la misma actitud con la que había iniciado la serie y, en cuestión de 10 minutos, recuperó la ventaja perdida con un golazo de cabeza de Andrés Cadavid. Aguantó el resultado incomodando a su rival y, cuando un error del mismo Cadavid dio luz a un Santa Fe perdido, Millonarios retomó el galope y sentenció con una volea patentada de Henry Rojas. La táctica y el planteamiento para frenar al rival son dos temas importantes para ganar un partido, pero la efectividad es un don que premia más que cualquier estrategia previa.
Millonarios no propuso, desde la llegada de Russo, un planteamiento estético. Fiel a una filosofía bilardista, el argentino sacó campeón a los embajadores a punta de efectividad y acabó con cinco años de sequía y montañas rusas en las instalaciones del club. Ahora viene la Copa Libertadores y, como tituló el diario AS Colombia, a Millonarios le toca bailar con las más feas. Corinthians, campeón brasilero, Independiente, campeón de la Sudamericana, y Deportivo Lara, campeón venezolano, son los rivales. Ante dos rivales de talla mayor y uno aparentemente débil (pero que puede dar sorpresas), Millos debe reforzarse y seguir con una línea de progresión en la que, según Russo, hay mucho por mejorar. Solo el tiempo dirá si el proyecto del argentino se asienta más allá del título conseguido o, por el contrario, muere como lo hizo aquel de Hernán Torres en 2012. Mientras los azules sigan siendo efectivos y el delantero Roberto Ovelar, nuevo fichaje, se consolide como el 9 de área que tanto busca Millonarios desde hace rato, el ciclo durará.
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