Para conseguir la gloria deportiva no basta con gastar dinero en figuras. El PSG intentó conseguirla por la vía rápida e hizo el ridículo.
Un año después del Barcelona 6-1 Paris Saint Germain, 400 millones de euros y la compra de una de las grandes promesas del fútbol contemporáneo, el equipo parisino está en el mismo lugar. De nada sirvió inflar el mercado, entrar en problemas con el Fair Play financiero y encontrarse en octavos de final de la Champions League con el Real Madrid más débil de los últimos cinco años, pues Cristiano Ronaldo y compañía dieron un repaso táctico en ambos partidos del cruce. Hoy, eliminados de Europa, con la liga francesa (torneo regular sentenciado a su favor) y con su figura de 222 millones de euros lesionada, el PSG puede anunciar otra temporada de fracaso. Quiso ser equipo grande y se quedó a medias.
Primero que todo, les faltó humildad. La confianza no debe confundirse con la prepotencia. Antes de la eliminatoria, el equipo estaba demasiado convencido de que iba a eliminar al Madrid. El mal momento blanco, sumado a las engañosas goleadas del PSG en Francia, alimentó más el ego de los dirigidos por Emery. En vez de pelear para decidir el lanzador de faltas y penales, o de ocultar las rumbas de Neymar, en París deberían haber estudiado al Real como el bicampeón vigente que es. Como si eso no fuera suficiente, tras la derrota 3-1 en el Santiago Bernabéu, Emery y compañía confiaron en que su estadio les daría la victoria, casi por ósmosis, como si ganarle 2-0 al Madrid en Champions fuera tarea sencilla. Tan mal les fue que se encontraron con un equipo fuerte que les anotó cinco goles y les enseñó la diferencia entre jugar la liga francesa y la Champions League. Es la primera vez que oigo a un entrenador decir que está “seguro” de la clasificación de su equipo con un 3-1 en contra. Faltó bajar la cabeza y entender la situación.
Pero, en todo caso, no se puede esperar que entiendan el momento si en la cancha solo evidencian falta de experiencia. Desde el joven Kylian Mbappé hasta el veterano Daniel Alves, el equipo se mostró inocente como conjunto. Mbappé tuvo la oportunidad de ser el asistidor de Edinson Cavani (como lo fue hace un año de Radamel Falcao) cuando el partido estaba 0-0 en París, pero prefirió definir él y desperdició la oportunidad de descontar la eliminatoria. Como esa tuvo varias, quizá menos cruciales, en las que pudo escoger bien y no lo hizo. Lo mismo le pasó a Alves, pero con un final fatal. Ya había perdido varios balones en el inicio de la jugada y había salido impune. Pero Marco Asensio dijo basta y le robó el balón a Alves, corrió y centró a Ronaldo, que anotó como el crack que es. A todo esto se le sumó la falta de definición, la imprecisión de pases y la sensación de que el Real Madrid tuvo el partido de vuelta controlado en casi todos los tramos. El PSG jugó como un equipo chico: sin garra ni jerarquía.
Sin embargo, dejando el cruce con el Real Madrid de lado, en lo que más falló el PSG fue en creer que podía meterse en los grandes del fútbol en un par de años con solo dinero. El proyecto en sí, es válido (siempre y cuando se resuelva el asunto del Fair Play financiero), pero requiere tiempo y muchas frustraciones, porque en este deporte influyen miles de factores. El fracaso está en creer que, para ganar la Champions, solo hacía falta una plantilla con estrellas. Esta teoría es tan frágil como el pie de Neymar, que demostró lo insignificante que son 222 millones de euros al lado de un factor de suerte como la lesión del brasileño. El fútbol hizo justicia al eliminar a este equipo, porque sería muy triste ver campeón de Europa a un conjunto que basa su poder solamente en el dinero.
No se trata de decir que el capital no importa, pero poner en él todas las esperanzas fue un error. Equipos que han optado por esta vía, como Manchester City, hasta ahora ven los frutos de su inversión porque, además del capital, han cosechado un trabajo y un progreso. Así es el fútbol y así será siempre. Ahora, el PSG debe ganar liga y copa local para no empeorar el ridículo. Tampoco puede dejar que Neymar se vaya, aunque sería un cucharada de su propia medicina. Por ahora, repito, están igual que hace un año.
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