El armador del mejor equipo de la historia, Xavi Hernández, nos enseñó cómo aprovechar al máximo la dinámica por excelencia que tiene el fútbol: el pase.

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Se retiró Xavi Hernández. Cuelga los guayos el futbolista que manejó los tiempos en el campo de la mejor generación española que ha visto el fútbol y del Barcelona de Pep Guardiola, ese que muchos llamamos el mejor equipo de la historia. En 1998 hizo su debut y casi 21 años después abandona el césped para iniciar su vida como entrenador. Pocos seres humanos entienden el juego, sus matices, compases y azares como este repartidor de magia.

La pelota debe correr más que el jugador, o al menos bajo esa doctrina vivió Xavi cada vez que vistió la camiseta 6 del Barça y la 8 de España. Con sus participaciones a dos toques daba decenas de pases “simples” a sus compañeros, buscando siempre que la pelota no se quedara mucho tiempo en un espacio y, apenas veía el hueco que dejaba un rival mareado, mandaba el balón al delantero para dejarlo de cara al gol. Si no veía pase, y eso no sucedía con frecuencia, rotaba sobre su eje -la inolvidable croquera- o pisaba el balón, pues a él le enseñaron que el peor pecado que puede cometer un futbolista es perder la pelota. Muchos jugadores saben hacer grandes pases y muchos otros leen bien el juego, pero en el fútbol pasará un tiempo largo antes de que alguien haga ambos ejercicios al nivel de Xavi.

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La madurez y confianza con la que jugó lo llevaron a ser un líder en cada plantel que lo tuvo. Damià Abella, canterano del Barça en el 2005, contó en una entrevista que Xavi solía decirle: “Si estás apurado, dámela a mí”. Frío como un iceberg, rotaba el balón a sus compañeros así estuviera a 20 metros de su arco y con el rival en la nuca. Por su fuerza mental, para los técnicos fue como tener un ayudante en el campo, pues se la pasaba organizando al equipo y comandando las emociones del partido. Sabía cuándo acelerar y cuándo dar el pase atrás. Si el Barcelona y España pudieron hace 10 años desarrollar un fútbol de posesión tan resistente a las altas presiones de contrarios fue porque Xavi se empeñó en no renunciar nunca a su idea, y a hacerlo todo con singular elegancia.

Aparte de ser el mejor repartidor de esta época, y quizá de todas, Xavi complementó su juego para nunca quedarse corto. Mantuvo sus dotes de recuperador para ayudar en la presión y capturar el balón que tanto quería tener en sus pies. Aprendió a llegar al área para rematar cuando veía la oportunidad y, por si fuera poco, se volvió un buen cobrador de pelotas paradas. Quizá, su asistencia más importante la hizo desde el saque de esquina, en Sudáfrica 2010, cuando colocó el balón con impecable precisión en la cabeza de Puyol para que el defensa anotara y eliminara a Alemania en las semifinales del Mundial. Uno de sus goles más famosos goles selo anotó poco tiempo después al arquero de su país, Iker Casillas, en el clásico que Barcelona ganó 5-0al Real Madrid. Se metió en el área y recibió un pase que le quedó atrás, pero corrigió su rumbo con un taco extraño y se la colgó a su compatriota para abrir la cuenta de esa noche. Le faltó ser un gran cabeceador, pero con 1,69 metros de altura es difícil.

Sobre Xavi podría escribir tantas páginas como él asistencias, pero todo lo que diga ya él lo dibujó en un pase. Es de esos futbolistas que duele ver partir, pues su juego es único e irrepetibley desde ya anima la nostalgia. Ojalá como entrenador tenga éxito y pueda inspirar con su forma de ver el fútbol a los equipos que dirija. Si lo logra, seguro tendremos la oportunidad de ver un gran juego, como ese que Xavi mostró en el campo.