Es difícil pedirle ritmo competitivo a una Copa con grupo de cinco equipos en los que clasifican cuatro a la siguiente fase.

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Menos mal han empezado hoy los cuartos de final de la Copa América. Lo mostrado hasta ahora es digno de un torneo amistoso de pretemporada. Así lo han manejado muchos de los seleccionadores, que entendieron lo inocuo de una derrota dentro de un grupo de cinco equipos en el que clasifican cuatro. A la Colombia de Reinaldo Rueda, por ejemplo, le bastó una victoria contra Ecuador y un empate contra Venezuela para colarse como tercero al final de la ronda, a pesar de que Perú lo puso en su sitio y no tuvo suerte contra Brasil. Hubo desfile de jugadores y nada de “en la Copa juega el once de gala”. Tras casi tres semanas, el torneo de la Conmebol encara sus rondas de eliminación directa con solo Bolivia y Venezuela fuera. ¿Era necesario desperdiciar tres cuartos de mes para sacar apenas a dos equipos?

La locura empezó con la designación de Colombia y Argentina como sedes de un mismo torneo. Las casi siete horas de vuelo entre Bogotá y Buenos Aires obligaron a la Conmebol a crear dos grupos en la primera ronda y no tres (como es costumbre). El A juntó a los equipos del sur en Argentina y el B a los del norte en Colombia. La idea, según decían por esas fechas, era facilitar el transporte de aficionados desde su país hasta los estadios anfitriones. Con la aparición del covid-19, ni aficionados ni ufuciunudus. Puerta cerrada y a tirar. Colombia perdió la sede por problemas sociales, Argentina renunció por un pico de la pandemia y Brasil, que tiene ambos líos, hospedó la cita. A partir de eso, ni las distancias obligaban a partir el continente en dos, ni valía la pena acercar los partidos a las personas.

Hasta ahí, es posible entender el problema como una idea industrial atrevida, preocupada por el dinero más que por el juego, y la mala suerte de una pandemia que no permitió someterla a prueba. Estando así las cosas (como dicen los abogados), valía la pena revisar el formato de la Copa para no caer en lo que ha acabado siendo: un mar de partidos para bajar la comida y bostezar al unísono con el pobre ritmo de los partidos. Entiendo que repartir de nuevo los equipos en tres grupos y volver al formato de 2019 quizá era demasiado pedir, pero al menos la barra de dificultad podía subir un poco con menos clasificados por grupo. Si ibamos a gastar tres semanas de competencia en las liguillas, al menos valía la pena que solo dos equipos clasificaran en cada una y pasar directo a semifinales.

Entre muchas otras cosas, el pésimo formato justifica que la Eurocopa golee a la Copa América en entretenimiento este verano. Las comparaciones son odiosas, pero es difícil no tirar de ellas cuando ambos eventos se juegan al tiempo. Mientras que, en Europa, Alemania, Portugal, Francia y una valiente Hungría pelearon por dos cupos fijos de un grupo y un mejor tercero que casi no llega, en Sudamérica, Ecuador, Colombia y Chile jugarán cuartos de final con una o cero victorias (caso de Ecuador) tras cuatro partidos jugados.

Dicen que en este continente está el fútbol de selecciones más competitivo, y no les falta razón. Las Eliminatorias Conmebol son difíciles como ninguna, pero esta Copa América no les hace justicia. Colombia no merece jugar cuartos de final tras el fútbol tan inestable que presentó estas semanas, y aun así enfrenta a Uruguay el sábado. Ojalá Rueda haya encontrado un equipo en estos partidos cuasi amistosos y pueda competir con los charrúas para pasar de ronda. El equipo, ahora sí, deberá ganárselo en el campo.