Everton inició la pretemporada con James en la plantilla y Rafa Benítez de entrenador. ¿El colombiano tiene su última oportunidad para mostrar su nivel en Europa?
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Mientras la Selección Colombia juega por la medalla de bronce de la Copa América, James Rodríguez comenzó pretemporada en el Everton que ahora dirige Rafa Benítez. En 2015, con ese entrenador, el colombiano inició su bajón deportivo. Ahora, en 2021, James vive su peor momento profesional tras ser desconvocado de la Selección por falta de estado físico, consecuencia de una temporada plagada de lesiones. Si bien podría fichar por otro club, el mediapunta tiene ante su primer verdugo, Benítez, una oportunidad de redención. Ser la figura del equipo con el entrenador que le puso en el banquillo hace unos años demostraría un cambio profesional positivo.
No hace falta sumar muchos minutos frente al televisor para entender que James es un jugador con un talento especial. Cuando está en su zona más cómoda, el colombiano inventa con el balón y hace jugar al equipo. En sus mejores partidos, puede ser el factor diferencial necesario para conseguir la victoria. Tiene una visión de campo muy amplia, una zurda muy precisa y sabe buscar el gol. A equipos campeones de Champions como el Real Madrid o el Bayern Múnich, e incluso a un club de Premier como el Everton, no llega gente sin talento. Cualquier fanático del fútbol que haya visto el Mundial 2014 sabe de qué es capaz James Rodríguez.
Por eso mismo, decepciona bastante su situación actual. Desde que Rafa Benítez llegó al Real Madrid en 2015, el nivel de James no volvió a ser el del Mundial. Tuvo destellos en el Bayern entre 2017 y 2019, pero jamás se mantuvo. Benítez y luego Zinedine Zidane fueron muy criticados por relegarlo a la suplencia en el Madrid, pero con el correr de los años, la intermitencia del mediapunta les va dando la razón. Pareciera que James es un jugador talentoso, pero muy limitado. Necesita que el equipo se adapte a él y le cuesta mucho adaptarse él a lo que necesita su equipo.
El exfutbolista y entrenador holandés Ruud Gullit define en su libro Cómo leer el fútbol a estos jugadores como eslabones débiles. Son deportistas llamados a sorprender por su talento, pero resultan insípidos en las tareas incómodas que les pide el juego. Les gusta brillar, sobre todo en ataque, y se acomodan demasiado dentro del partido para fingir que aportan en otros momentos cuando en realidad no es así. James siempre está cuando el balón está cerca al arco rival, pero queda en evidencia cuando el equipo sufre sin la pelota porque no sabe, o no quiere, gastar energías ahí.
Le tocó aprender. Ni Rafa Benítez, ni quien lo dirija en otro club de un nivel semejante, le aguantará esa actitud. James ha perdido peso como figura. Está en un club que todavía duda de su nivel y la Selección Colombia, si bien no mostró un gran fútbol en la Copa América, llegó a semifinales sin su presencia. Quizá antes tenía algún privilegio por su talento y sus glorias pasadas, pero hoy es un jugador en deuda con su presente. Si al enorme talento que todos hemos visto le suma un cambio de mentalidad, de pronto pueda aprovechar unos años más en la élite y en la Selección. Este parece ser su último tren, pues otra temporada como la anterior y lo vendrán a buscar equipo de Estados Unidos o Sudamérica, que, sin ser un desastre, están por debajo del nivel que James podría mostrar. Eso y que faltan 500 días para el siguiente Mundial. La pelota la tiene el 10.