La Selección Colombia de Reinaldo Rueda jugó un partido muy inteligente y meritorio, pero se fue con un empate que debió ser una victoria.
No ganamos en La Paz ayer, como sí había sucedido de manera agónica en 2011 y en 2016, pero Colombia aseguró un punto de visitante de los dos perdidos contra Argentina tras el empate en Barranquilla. Más allá del dichoso cálculo para los 28 puntos de la clasificación, la sensación al final del partido fue agridulce. Tras un golazo de Roger Martínez, que gestionó la altura boliviana mejor que nadie, vino un disparo de media distancia (la maldita media distancia en La Paz) de Fernando Saucedo que puso tablas. El empate supo a poco porque se pudo ganar. Sin embargo, Colombia jugó un partido muy inteligente, bien planteado y que debe servir para sacar conclusiones que van más allá de cómo jugar a 3.600 metros sobre el nivel del mar.
Quedó claro que Colombia puede jugar con un 10 y también proponer una estrategia vertical. Juan Fernando Quintero alimentó todo el primer tiempo la salida de los tres delanteros velocistas (Cuadrado, Díaz y Roger) que no estuvieron tan lúcidos en la toma de decisiones. Me recordó, valgan las distancias, al Mesut Özil del Real Madrid de José Mourinho. La defensa recupera el balón, busca al mago y este mira, cual mariscal en fútbol americano, quién está mejor posicionado en la carrera para mandarle el balón. Pékerman ya le dio este rol a James, con un fútbol más mixto, en la etapa 2014-2018 y Carlos Queiroz lo mantuvo, pero con un esquema diferente en el que el 10 corría desde la banda derecha y miraba las opciones de la izquierda. Rueda vio en La Paz que el equipo se siente cómodo con un pasador así (Quintero, Cardona o James) y con salidas rápidas.
El partido también dejó una sensación de que hay profundidad en la plantilla. A esta convocatoria, crucial en las Eliminatorias, faltaron pesos pesados como Yerry Mina, Luis Muriel y Duván Zapata. Tampoco está James Rodríguez, del que no sé cuándo vi un buen partido por última vez. Ante estas ausencias, el recambio apareció y cumplió. Óscar Murillo fue el más sólido en defensa, Quintero dibujó ataques, Andrés Andrade lo relevó y aportó lo suyo, y Roger Martínez mostró que todavía puede ponerse la camiseta de la Selección. Luis Díaz, aunque no tuvo un buen partido en la altura de La Paz, está llamado a liderar el cambio y siempre incomoda al rival. La vuelta de Radamel Falcao, que ojalá recupere ritmo con su fichaje por el Rayo Vallecano, le da peso al equipo en ataque, algo que faltó en la Copa América. Por último, relevos como Gustavo Cuellar mantienen una alta competencia en la primera línea de volantes, liderada por Wilmar Barrios y Matheus Uribe.
Quizá por estas buenas sensaciones, duele el empate en Bolivia. Colombia mereció ganar, pero pecó de cara al arco. Fue superior ante La Verde en La Paz como hace años no se veía. Sufrió poco en defensa y encontró muchas ocasiones en ataque. Otro gol más habría reemplazado la falta de aire en esos minutos finales que siempre son un infierno en esa cancha. Poco se le puede recriminar en el gol al equipo, pues físicamente es muy difícil tapar los espacios de media distancia tras 80 minutos de juego en esas condiciones. Rueda quiso mitigar ese problema antes del gol con el ingreso de Gustavo Cuellar por Matheus Uribe, y en el campo quedó Wilmar Barrios, siempre atento pero ahogado y sin piernas. Se marchó poco después del gol. Si bien empatar en La Paz vale, solo Venezuela se ha ido sin puntos de Bolivia en estas Eliminatorias.
Toca sacar, por lo menos, cuatro puntos de los siguientes dos partidos contra Paraguay (Asunción) y Chile (Barranquilla). Hay razones para ilusionarse con la Selección, que en La Paz dejó una imagen de estabilidad y propuesta de juego. De nada valdrá si Rueda tumba la pizarra contra Paraguay y no refuerza lo visto ayer. Es importante tener más contundencia de cara al arco, pues el fatídico 6-1 en Quito dejó un mal saldo de promedio de goles que toca arreglar. Hay que ganar y hay que hacerlo con varios goles. Espero con ilusión el partido del domingo.