El 4-2-3-1 ante Bolivia y el 4-4-2 ante Chile son los dos caminos que debe usar Colombia si quiere llegar al Mundial.

Hace falta decirlo: Colombia no jugaba tan bien como ayer frente a Chile desde el partido contra Polonia en Rusia 2018. Se le acerca el 2-0 a Argentina en la Copa América 2019 o el amistoso de ese mismo año contra Brasil, pero lo del equipo de Reinaldo Rueda en Barranquilla fue muy bueno. Recordó al mejor equipo de Pékerman, ese que hizo del Metropolitano un fuerte aliado y del 4-4-2 una fórmula mágica y divertida. Es una ilusión, pero también una lástima, que aparezca semejante fútbol (con puntos a mejorar) cuando el camino de Colombia al siguiente mundial depende de una segunda vuelta sin mucho margen de error.

Ante Bolivia, la sensación que dejaba el equipo era buena, a pesar del empate agridulce. Vimos a un equipo cómodo cuando espera y juega vertical. Fue un recurso bien gastado en la altura de La Paz, y algunos pedimos hacerlo más recurrente. Rueda no se decidió en Paraguay y sacó un buen equipo en planilla, pero insulso en ataque. Colombia nunca supo qué hacer con el balón en Asunción y, aunque llegó más que su rival, solo anotó un gol de penal y empató un partido que debió ganar ante un rival muy pobre. Aunque Rueda apostó por el 4-4-2 en esa noche, mantuvo la defensa de Bolivia y el equipo nunca supo si era mejor salir en velocidad o tocar el balón para construir el ataque.

Ambos caminos son válidos, según los jugadores de campo, y esta fue la clave para que el partido de Chile en Barranquilla acabara con un jaque al visitante tras los primeros 45 minutos. Rueda apostó por dominar el balón con una defensa atrevida. Puso en campo a Cuadrado y Yairo Moreno de carrileros. Arriba, colocó a Quintero de falso extremo derecho y armó dos duplas que dieran equilibrio: Barrios-Uribe y Borré-Borja. La primera, de mediocentros, para tapar los huecos en las subidas de los carrileros y presionar duro al rival. La segunda, para tener delanteros de diferente corte: uno que pide el balón al pie y otro que busca el espacio. Esa fórmula ya la usó Pékerman entre 2012 y 2014 (con otros nombres, claro) y fue un rotundo éxito. Como en las épocas del argentino, Colombia atacó y defendió en bloque, dominó a su rival y se adueñó del balón sin perder profundidad.

En el segundo tiempo, con un 2-0 para los de Rueda, Chile modificó sus cartas (el rival también juega) y Colombia pasó su peor rato. Hizo falta el 2-1 para que Reinaldo hiciera los cambios, pero volvió a agarrar el partido cuando los hizo. El 3-1 apagó a La Roja y dio un golpe que servirá como punto y aparte para este ciclo: este equipo sí puede ir al Mundial. Que lo marcara Luis Díaz fue importante. Encendió al Metropolitano, que cuida bien a su hijo (igual que a Teófilo en su día) y borró las malas sensaciones que había dejado el guajiro ante Bolivia y Paraguay. Díaz es la joya juvenil de este proceso y es importante que mantenga su confianza. Gracias a su disparo, Colombia sacó un gran resultado a su buen juego, diferente a lo sucedido en Bolivia.

No tocamos el cielo aún. Que sirva como apunte el pobre inicio del segundo tiempo. Rueda debe responder más rápido a los cambios del rival y sus jugadores deben evitar que les vuelva a llegar un ventarrón así. Dicho eso, siempre es mejor repasar con la victoria en la mano. El equipo tiene dos caminos que pueden funcionar: uno para ahogar al rival y otro para esperarlo. El primero, que vimos ante Chile, debe ser el punto de partida. El segundo, un 4-2-3-1, es un buen auxilio para contadas excepciones en las que no sea posible dominar al rival con el balón (Argentina o Brasil, por ejemplo). Lo importante es usar una alineación coherente con el estilo de juego. Lo de Paraguay no puede volver a pasar en estas Eliminatorias. Tenemos 13 puntos y, con 24 por jugar, necesitamos al menos 15.