Desde hace años, el club dejó de pensar en el bienestar del equipo de fútbol masculino. Hoy, de aquel proyecto que dejó armado Pep Guardiola no se puede rescatar casi nada.
Hubo una época en la que el Barcelona era ejemplo de buen fútbol. La maquinaria del club funcionaba por y para la gesta deportiva. Hoy, a pesar de que lo preside Joan Laporta, el mismo de aquellos años, el fútbol solo es un medio para satisfacer su egoísmo. Debe ser difícil explicarle a una persona que apenas se interesa por este juego que el Barça hace diez años tenía un equipo que muchos consideramos el mejor de la historia. El legado de Pep Guardiola, Lionel Messi y compañía pierde una piedra cada día, pues lo que vino después tiene demasiadas grietas para mantenerlo firme.
El problema no llegó de un día para otro. Si el Barcelona pudo maquillar y retrasar la bomba que le explotó ahora, es porque lo que construyó Guardiola tenía muy buen material. Antes de irse, en 2012, dejó un equipo bien armado, con figuras consagradas y juveniles por desarrollarse. La cantera de ese entonces tenía nombres como para armar otro equipo de primera división y el club era favorito en cualquier competencia que jugara; así luego no ganara por aquello de que en el fútbol no todo se trata de merecimientos.
Pero Pep vio venir la tragedia antes que nadie y las razones detrás de su salida responden más a su poca confianza en la directiva liderada por Sandro Rosell y Josep María Bartomeu que por un desgaste en lo deportivo. Rosell renunció en 2014 al ser vinculado como procesado por delitos contra el patrimonio (en 2019 fue absuelto) y su vice, Bartomeu, que lo reemplazó, renunció en 2020 tras llevar el club a la insolvencia y después que se le acusara de usar dinero del club para contratar agencias de comunicación con el objetivo de mejorar su imagen y empeorar la de varios jugadores. Su presidencia destacó por perder a un crack como Neymar, traer futbolistas que no encajaban en la filosofía de juego del club por precios muy altos y ofrecer contratos estratosféricos a la plantilla. El equipo se desangró poco a poco a nivel económico y deportivo sin una renovación al proyecto de Pep.
Varios individuos intentaron mantener el orden. Luis Enrique entrenó y armó un equipo que fue capaz de alzar otro triplete (Copa, Liga y Champions) como lo hizo el de Guardiola en 2009. Ernesto Valverde casi logra lo mismo, pero la mala suerte y el nivel decadente de su plantilla se lo impidió. Las figuras del Pep Team aportaron su grano, pero la edad no perdona y si el reemplazo de Andrés Iniesta fue André Gomes… Quien soportó hasta el año pasado casi todo el peso fue Lionel Messi. Su salida este verano se dio un año después de que el astro argentino anunciara que quería dejar el club, incapaz de soportar la decadencia del equipo. Curiosamente, tras una temporada decidió quedarse, pero el club le echó como si no se tratara del mejor jugador de la historia.
Y ahí entra Joan Laporta, Presidente cuando el equipo de Guardiola hizo historia en 2009 y ahora que el club se marchita. Ganó las elecciones porque el recuerdo aún vive en los socios y porque su llegada garantizaba el cambio de opinión de Messi. Lo que nadie esperaba es que continuara con la nefasta actitud de Bartomeu. Laporta no solo sacó a Messi cuando había maneras de cuajar caja y darle un nuevo contrato, sino que trajo refuerzos inocuos y mantuvo vivas las negociaciones con el presidente del Real Madrid, un ruin de primera categoría y líder del eterno rival, para crear un monopolio en el fútbol llamado Superliga.
Todo esto deja en ruinas lo que alguna vez fue el mejor fútbol del mundo. La plantilla es mucho peor que la de otras épocas, y el entrenador Ronald Koeman tiene que aguantar las filtraciones de su despido días antes de enfrentar al actual campeón de la liga. Laporta se comporta como aquello que criticó mientras estuvo fuera del equipo y los dos últimos eslabones del proyecto de 2009, Piqué y Busquets, no tienen ya el nivel para maquillar la crisis. Pronto habrá un nuevo entrenador y se hablará de algo nuevo, pero lo cierto es que si el mismísimo Guardiola llegara a rescatar este desastre, no lo podría evitar. El equipo, sin ser el mejor de Europa, tiene nivel para ganar algo, pero el club todavía está enfermo de una directiva que hace rato dejó de preocuparse por el fútbol. Tots units fem forza, dice el himno del Barça, pero para estar unidos toca querer unirse.