Justo cuando el proyecto parecía consolidarse en la cancha, tres empates a cero y muy poco juego dejan más dudas que certezas.
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Hace ocho días pensé en escribir sobre la triple fecha que esperaba a Colombia este mes y cómo era una oportunidad única para encarrilar, de manera definitiva, la Eliminatoria a Qatar. Me arrepentí a tiempo, quizá por la desconfianza o falta de seguridad que me genera el proyecto, y opté por esperar al discurso fácil (el que hago hoy) para analizar lo que dejaron los partidos una semana después. No fue mi idea más original o inspirada, pero al menos en eso me parezco a esta Selección Colombia. Reinaldo Rueda intenta y su equipo muestra ganas, pero casi siempre se topan con obstáculos que frustran su juego.
Después de la fecha pasada, que acabó con una excelente victoria frente a Chile, parecía que Rueda había encontrado el equipo. Dos desafortunados empates contra Bolivia y Paraguay ganaban peso porque gracias a ellos, Colombia por fin había jugado un partido en el que se había mostrado superior al rival. Por eso, sorprendió el primer tiempo contra Uruguay el jueves pasado. La Selección volvió a su juego gris, dubitativo y lento en Montevideo. Mejoró en el segundo tiempo porque la defensa se armó y cortó la avalancha charrúa, pero Colombia nunca mereció el partido y, aunque pudo llevarse la victoria en alguna jugada con peligro, apenas dio el nivel para un empate. Ir a dormir tras ese partido fue un baldazo frío de realidad para quienes nos habíamos ilusionado con la victoria ante Chile.
A esa sensación helada fue necesario sumarle la angustia. Brasil era el siguiente rival y nadie le había quitado puntos hasta el momento. De nuevo, Colombia arrancó el partido tímida y fue igualando fuerzas con el paso de los minutos. Pudo ganar (no lo mereció) y estuvo cerca de perder, pero volvió a empatar 0-0 y logró que el equipo de Tite se viera conformista. Criticar a Colombia por no ganar un partido ante un rival de ese calibre es injusto e incluso habría que aplaudir a Rueda y su equipo por quitarle puntos al líder de la Eliminatoria. Sin embargo, dado el contexto y a varias tareas no hechas en partidos pasados, la Selección se iba quedando sin margen, por lo que ceder puntos (incluso con Brasil) sabía mal.
Quedaba Ecuador. Alfaro y compañía le clavaron un 6-1 a Colombia (aún con Queiroz) en el partido de ida, pero venía de perder ante una Venezuela colista. Los empates anteriores se volvían rentables si Colombia le ganaba al vecino país e incluso la Selección podía cerrar octubre en el tercer lugar de la tabla con ese resultado. Pero Colombia entró dormida, de nuevo. Ecuador llevó el partido a un terreno físico y la Selección no lo evitó. El segundo tiempo brilló por su poco juego. Rueda metió cambios, pero su equipo nunca doblegó al rival. El VAR salvó a Colombia de un penal en contra y le anuló un gol sobre la hora a Yerry Mina que hubiera cambiado algunas líneas de esta columna. Otro 0-0 y, si bien Colombia sumó 3 puntos este mes, también dejó de sumar 6.
Parece un discurso pesimista dado que la Selección es cuarta y, por ahora, está dentro del Mundial. Sin embargo, falta visitar a Brasil, Argentina y Venezuela, salidas en las que Colombia no rinde muy bien. De poco importa lo que consiga contra Paraguay, Perú y Bolivia en casa si no rescata varios puntos por fuera. En todo caso, más allá de la posición en la tabla, preocupa que ser optimista con esta Selección sea tan complicado. Su juego no inspira y, aunque al Mundial se va con victorias, es más fácil conseguirlas cuando el fútbol que practica el equipo es bueno. Contra Chile lo fue, pero contra el resto…