Desde el 2011, dos veces al día, siete días a la semana, los guías de la empresa Bogotá Graffiti Tours hacen el mismo recorrido por el centro histórico del capital de Colombia. Sus clientes, en su casi-totalidad, son normalmente turistas, pero los colombianos están empezando poco a poco a inscribirse al tour para ver que tiene que ofrecer la ciudad.
“Esto ha sido un paso gigante para la escena de graffiti en Bogotá”, me dijo el guía del tour, Jay. Según él, los bogotanos han pensado por mucho tiempo que el graffiti es una forma de vandalismo. Es una actitud, me explicó, que tenía que ver con la falta de entendimiento del sentido detrás del arte.
De acuerdo con él: el graffiti se define como “cualquier cosa dibujada en una superficie vertical”. Sin embargo, caminando por La Candelaria, es evidente que el graffiti de esta ciudad es mucho más que “cualquier cosa”. De hecho, para el Huffington Post, Bogotá es la octava mejor ciudad de graffiti del mundo, justo detrás de Los Ángeles, São Paolo y Berlín, entre otros.
El punto decisivo del cambio de actitud hacia el graffiti en Bogotá, me explicó mi guía, fue la muerte del joven grafitero Diego Felipe Becerra, quien recibió un disparo por un policía en 2011, mientras pintaba en un muro por la noche. Tras el escándalo y la enorme cobertura del caso en los medios, cambiaron tanto las actitudes de la gente hacia el grafitti, como la de los propios artistas, que empezaron a dibujar durante el día y a firmar sus obras para identificarse con la comunidad.
Lo más interesante del graffiti en Bogotá es la línea, si bien borrosa, entre una conducta en principio ilegal y el compromiso con una obra de arte. Técnicamente, el graffiti es ilegal, pero el permiso de los dueños de la propiedad sirve como forma de exención. De hecho, lo que destaca esta ciudad de las otras es el puro apoyo del arte callejero, por ejemplo: hay un montón de obras en Bogotá (en La Candelaria y la calle 26, por ejemplo) que fueron financiadas por el Estado. Las grandes empresas incluso emplean a artistas para promocionar sus negocios y hasta las campañas políticas usan graffiti. Como resultado, a la hora de vender la propiedad, un edificio pintado con un graffiti de este tipo tiene mucho más valor monetario.
¿Entonces, el gobierno de Bogotá fomenta el graffiti? Bueno, la respuesta es básicamente, que sí. El gobierno y las autoridades de Bogotá han identificado -correctamente, en mi opinión- en el graffiti su capacidad de ayudar a recuperar la capital.
Además de que el graffiti es aesthetically pleasing, muchos temas más profundos quedan detrás de las ilustraciones murales. Ya sean indígenas, culturales o históricos. Sin embargo, lo más importante detrás de este arte es su sentido político.
A pesar de que Bogotá es una de las ciudades que más rápido está creciendo en Latinoamérica, uno de los mayores problemas que queda es la corrupción política. Por eso, la mayoría de los artistas utilizan el graffiti como forma de expresar su descontento con la situación política de del país.
Uno de los artistas más controvertidos en Bogotá se llama ‘Lesivo’ y por eso sus obras están, a menudo, cubiertas con textos de otras personas (denominados ‘tags’). Otro grafitero que suele usar su arte para dar voz a sus opiniones usa el nombre de ‘DJ LU’ y el eslogan irónico de “todos contamos”: que refiere al hecho de que, por culpa de la corrupción, no todo el mundo podía votar. Otros artistas incluyen a ‘Toxicómano’ que usa el tagline “trabajo sucio pero trabajo”.
Hace unos años, estos artistas controvertidos colaboraron en el mural del colectivo ‘Bogotá Street Art’, ubicado en la calle 20 con carrera cuarta, en pleno centro de Bogotá. Este mural es un espectáculo. Cada parte lleva un mensaje político pertinente que se cuenta a través de las inteligentes obras de graffiti.
Entonces, en resumen: me parece que el graffiti de Bogotá cuenta la historia de la ciudad de otro modo. Cuando le pregunté al guía del tour su opinión sobre esto, se mostró de acuerdo: “El graffiti siempre cuenta una historia. La esencia del graffiti es decir algo, gritar algo, sobre los problemas que tiene la sociedad. Entonces aquí en Bogotá, siempre va a reflejar toda la historia que tenemos y muchos de los problemas que siguen existiendo en la sociedad ahora”.
En cuanto a planes para el futuro, Jay me contó de un proyecto que están desarrollando, con tres colegios de Bogotá. Trabajan con gratiferos para que los niños se involucren con una actividad que beneficia a no solamente ellos mismos, sino también la sociedad.
Mi Semana en Cinco Puntos
- Algo nuevo que aprendí sobre Colombia: Cuánta importancia le dan al Halloween en este país.
- Algo que extraño de Inglaterra: El litoral del sur de mi país. Ese paisaje es hermoso.
- Nueva palabra colombiana: ‘Fifí’ – Sandra, enseñándome cómo ser ‘posh’, de manera colombiana.
- Momento difícil de la semana: Como siempre, el cansancio que viene con pasar todo el día pensando en otro idioma.
- Mejor momento de la semana: El gran asado colombiano al que fuimos el fin de semana. Los colombianos –creo que lo he dicho antes- saben cómo dar una fiesta. Me encanta la cultura ‘afuera’ de Bogotá. Aunque hace bastante frío todo el tiempo la gente insiste en sentarse afuera a comer y tomar. ¡En Inglaterra no nos sentamos afuera hasta que estén haciendo, por lo menos, 25 grados!