Una de las cosas que más he estado esperando desde que llegué a Colombia en agosto era mostrar a mi familia este hermoso país. Tenía tanto que decirles después de cuatro meses y, sobre todo, quería que entendieran mi vida acá en Bogotá.

Porque a pesar de que lo intente, lo cierto es que hay un límite a lo que se puede contar por teléfono, en especial por los problemas que siempre ocurren a través de nuestras trusty llamadas de WhatsApp. He sufrido bastante por no poder contar “la historia diaria de mi vida” a mi mamá, a quien normalmente le cuento casi todo. De hecho, viviendo fuera de Inglaterra, una de las cosas que más extraño es la conversación cara a cara con gente cercana.

Expat problems.

Entonces, aunque vinieron solo dos miembros de mi familia (mi papá y su esposa), su visita me dio la oportunidad de hacer exactamente lo que tenía en mente.

Solo estuvieron diez días en el país, pero yo quería mostrarles tantas partes y climas diferentes como fuera posible. La ruta: Cartagena (empezando suavemente, con una bella introducción al país y a la ‘tierra caliente’), luego Bogotá (digamos: un choque de clima), el Eje Cafetero (una belleza total) y Medellín (terminando con la rumba paisa y su famosa Bandeja).

Diré solamente una cosa: fue sumamente difícil hacer caber todo esto en apenas diez días, pero lo logramos.

Sobre Cartagena ya escribí. Pero valga decir que volver sólo me sirvió para enamorarme más de la ciudad.

Salento es otra cosa. El paisaje no se parece a nada de lo que he visto hasta ahora en este país y, de hecho, me hizo pensar en el de mi tierra. Despertarme y abrir las cortinas a una vista de puro verde as far as the eye can see de verdad fue algo especial. El plan de allá es, digamos, un gusto especial porque a uno le toca estar listo a caminar bastante y simplemente disfrutar la belleza de la región. Además, por supuesto, es una ocasión de aprender cómo prepararse un buen café y probar el mejor símbolo de este país.

El fin de semana también nos dio la oportunidad de conocer, como se debe, la ciudad de la Eterna Primavera. Muchas veces oí en broma que los rolos hablan de Medellín con envidia por el clima, el transporte público y, en general la calidad de vida de la ciudad. Ya entiendo por qué.

A primera vista, las dos ciudades son muy parecidas: la mezcla de cerros verdes y horizontes llenos de edificios, un tráfico muy fuerte en algunos sectores, TANTA gente… Sin embargo, después de pasar tiempo en ambas, muchísimas diferencias se hacen evidentes.

En cuanto al clima, me da igual. A mí me gusta la idea de salir de la capital un fin de semana y disfrutar la tierra caliente. Sin embargo, me imagino lo rico que debe ser salir a tomar algo después del trabajo y aprovechar los últimos rayos del sol mientras atardece. También creo que el clima afecta muchísimo el estado de humor de la gente y quizás es por eso que los paisas son tan felices.

El Metro, y digo esto desde el punto de vista de alguien acostumbrada al Tube de Londres, me pareció increíble. De verdad, me imagino cómo transformó por completo la ciudad durante unos años muy difíciles para el país. Además de ser limpio, el servicio es frecuente y te lleva a casi todas partes. Y eso sin hablar del Metrocable.

Esto me hizo pensar en la falta que le hace un sistema así a Bogotá. Cuando pienso en cuánto tiempo suelo pasar diariamente en nuestro querido TransMilenio (normalmente por lo menos dos horas), me pregunto cómo sería mi vida en la capital con la ayuda de un sistema de transporte más eficiente. Ojalá Peñalosa nos ayude en esto.

Sin embargo, a pesar de todas las ventajas de Medellín, sigo fiel a mi querida Bogotá. Esta ciudad tiene secretos ocultos que la distinguen de otras. Love it.

Las palabras de mi papá cuando me despedí de él en el aeropuerto resumen este sentir: “Gracias por acomodarnos y mostrarnos tu país adoptivo”.

El resultado de la visita de mi familia: planear el regreso. Y en esto no están solos. Este país es contagioso. Así probamos que es verdad el famoso ‘slogan’ de Colombia: “El riesgo es que te quieras quedar”.

Mi Semana en Cinco Puntos

  1. Algo nuevo que aprendí sobre Colombia: Este país nunca decepciona.
  2. Algo que extraño de Inglaterra: Los ‘Mincepies’ (pasteles típicos ingleses que comemos cuando llega la Navidad). Esas vainas son invencibles. (Sorry, Colombia).
  3. Nueva palabra colombiana: ‘Otorrinolaringólogo’ – aparentemente la versión colombiana de ‘supercalifragilisticexpialidocious’ de Mary Poppins. Gracias a las queridas “viejas de redes”, Silvana y Diana.
  4. Momento difícil de la semana: Despedirme de casi todos mis amigos internacionales que se van de Colombia. Qué tristeza.
  5. Mejor momento de la semana: Publicar, por fin, una nota en el impreso y digital de El Tiempo.